viernes, 30 de marzo de 2012

LAS COSAS QUE VERDADERAMENTE IMPORTAN

Circula por la red un cuento del que existen varias versiones y que me sirve para acompañar las reflexiones realizadas en las últimas entradas. La historia de “el barquero inculto”, o “el barquero y el erudito”, narra la conversación que mantiene un arrogante y engreído sabio con el barquero que lo lleva a la otra orilla de un caudaloso rio. En las diferentes versiones del cuento cambian las preguntas que el pretendido sabio le formula al barquero, aunque la interpretación del cuento es siempre la misma.

Sirva la reflexión para plantear el debate sobre la utilidad de muchos de los conocimientos que aprendemos en las escuelas, que tan imprescindibles se nos antojan, y sobre aquellos otros conocimientos, quizá más importantes, que nunca encuentran espacio en los programas. Yo, si tengo que elegir, me declaro partidario del inculto y modesto barquero antes que del pretencioso sabio.

El cuento dice así: Había una vez un sabio que necesitando atravesar un caudaloso rio solicitó los servicios de un humilde barquero. Estando a mitad del río y mientras el barquero remaba con destreza, el sabio le preguntó: — Sr. Barquero, ¿Usted ha oído hablar del teorema de Pitágoras?
— Pues no señor, mire usted, yo no fui a la escuela.
— No me diga. Fíjese que no saber el teorema de Pitágoras... Usted ha perdido un 15% de su vida.
— Sr. Barquero, ¿usted sabe algo de las guerras de los medos contra los persas?
— No señor, es la primera vez que oigo eso.
— Qué pena, ha perdido un 10% de su vida.
— Sr. Barquero, ¿usted ha estado en Australia?
— ¿Y eso qué es?
— Es un país. Lo que sí le digo es que, usted, Sr. Barquero, ha perdido un 30% de su vida. Mire que no conocer Australia...
— Sr. Barquero, ¿qué me dice de las mitocondrias de la célula?
— Como no me dé más datos...
— Ha perdido un 15% de su vida.
— Sr. Barquero, ¿sabe cuál es el planeta más grande?
— Pues yo diría que la Tierra.
— Se equivoca. Ha perdido otro 10% de su vida.
— Sr. Barquero, ¿usted ha navegado en internet?
— “¿Y ése qué río es?” –respondió el barquero.
— Qué desastre, usted ha perdido el 20% de su vida.

En eso, el río se encrespó. Tanto que el barquero ya no podía alcanzar ninguna de las dos orillas. El agua comenzaba a meterse en aquella pobre barca. Le preguntó el buen barquero al hombre sabio:
— Oiga, esta barca se nos va a hundir, ¿sabe nadar?
— “No” –respondió el erudito–, “nunca he tenido tiempo para aprender”.
— Pues a ver si puedo ayudarle a que no pierda el 100% de su vida…

miércoles, 28 de marzo de 2012

LA EDUCACIÓN DEL SIGLO XXI NECESITA UN NUEVO ENFOQUE.

Leo en los periódicos de estos días la intención del gobierno valenciano de abrir los colegios durante el mes de julio para que los alumnos que no han superado el curso en junio puedan tener clases de refuerzo, sobre todo en las asignaturas de matemáticas y lengua. Hace unos meses la idea era utilizar episodios de series de dibujos animados, como los Simpsons, para que protagonizaran los problemas de matemáticas con el fin de hacerlos más atractivos para los estudiantes. Hace un par de años la solución a la falta de motivación y a los altos porcentajes de fracaso escolar pasaba por inundar los centros de pizarras digitales y repartir a manos llenas portátiles para todos los alumnos (aunque la fe en esta iniciativa fue por barrios, o por Comunidades Autónomas).

No se la aplicación ni el seguimiento que todas estas iniciativas tienen, aunque creo que se pone más interés en su difusión en prensa que en su aplicación real en las aulas. De todas formas dan la impresión de ser palos de ciego que intentan trasladar a la opinión pública la idea de que estamos haciendo algo, de que somos conscientes del problema y estamos tratando de solucionarlo.

Estas“originales” iniciativas tienen como objetivo declarado luchar contra las elevadas tasas de fracaso escolar. España, como el resto de países europeos, se comprometió a reducir considerablemente sus porcentajes de abandono temprano y de fracaso escolar con vistas al 2020. Los países de la UE aspiran a reducirlo hasta el 10 %. España espera llegar al 15 % (la mitad del actual, aproximadamente), aunque ya avisa que será “extremadamente difícil” cumplir con sus objetivos. Máxime si durante los últimos años, lejos de disminuir, España es uno de los pocos países donde este porcentaje se mantiene estable, incluso repunta ligeramente.

En los próximos meses asistiremos al nacimiento de una nueva reforma educativa. Ya lo anticipó el nuevo ministro y, no podría ser de otra manera. Cada cambio de gobierno viene ineludiblemente acompañado de su correspondiente modificación legislativa. Asignaturas que van y vienen, bachilleratos que crecen o decrecen a conveniencia, criterios más duros o más comprensivos para poder pasar de curso, una formación profesional que (por mucho que se le cambie el nombre) no deja de ser el patito feo, el cajón de sastre en el que cabe todo, y que nunca encuentra su necesaria confluencia con el mercado laboral y de nuevo los colegios concertados ganando terreno en detrimento de los públicos para que los padres puedan elegir quién y cómo debe educar a sus hijos.

En el fondo es más de lo mismo, y así nos va. Las asignaturas continuaran encerrándose en voluminosos libros de texto que habrá que memorizar. El profesor continuará en su papel de guardián de las verdades absolutas, incuestionables. Se premiará a aquellos alumnos que tengan la capacidad de repetir al pie de la letra lo que diga el libro. Se tenderá a la homogenización y se castigará lo diferente, lo diverso, lo divergente, también lo innovador, lo creativo, lo emotivo. Las Matemáticas y la Lengua continuarán reinando en el país de los pupitres y continuará quedando poco espacio para la innovación, el arte o la imaginación. Amueblaremos los cerebros aunque a cambio tengamos que hipotecar el alma. Las nuevas tecnologías (las TIC) irrumpen con fuerza en las clases a modo de superhéroes. Son el Mesías, son la salvación, son el futuro. Pero esta pretendida revolución se queda sólo en aspectos formales. Cambian las formas, para continuar haciendo lo mismo.

A veces creo que la lógica que sustenta todas estas iniciativas y reformas parece ser la de“no quieres caldo, pues toma dos tazas”. A veces la solución no pasa por hacer más, a veces la solución pasa por hacer las cosas de manera distinta. A veces la solución no pasa por imponer, pasa por escuchar. Mientras tanto, y utilizando una de las metáforas que se escuchan en los cursos de gestión de tiempo, continuaremos entretenidos aplastando hormigas en vez de cazar elefantes.

Adjunto a la entrada de hoy la imprescindible y magistral reflexión de Ken Robinson sobre los daños colaterales que la educación actual tiene en los alumnos. Podemos continuar viviendo ajenos al problema, como en la viñeta que acompaña este artículo, pero mientras no reunamos el coraje suficiente para afrontarlo continuaremos perdiendo un tiempo precioso.

lunes, 26 de marzo de 2012

LA EDUCACIÓN DE HOY, LA EDUCACIÓN DE AYER,... ¿LA EDUCACIÓN DE SIEMPRE?

Veo a los alumnos de secundaria preparar sus exámenes. Repiten mentalmente decenas de definiciones para intentar memorizarlas. Realizan cientos de problemas matemáticos protagonizados por coches o trenes que compiten entre ellos y en los que es vital saber en qué punto van a cruzarse. Destripan poesías para conocer cuál es su métrica, cómo son sus versos, qué tipo de rima esconden o de qué clase de poema se trata. Aprenden latín, clasificaciones de invertebrados, tablas periódicas, conjugaciones y derivadas. Bucean en densos libros de texto, rebosantes de contenidos teóricos, al tiempo que sufren las aburridas disertaciones del profesor. ¿De verdad consideramos necesario hacerles pasar por ese suplicio? ¿De verdad nos extraña la gran cantidad de alumnos que abandonan los estudios o que no prestan atención en las clases?

Hace años se emitía en televisión (Antena 3) el concurso “¿Sabes más que un niño de primaria?”. Este programa, que se emitía con distintos nombres en numerosos países, le planteaba al concursante el reto de intentar superar una serie de preguntas extraídas del temario de primaria. Un grupo de cinco niños de entre 8 y 10 años participaba en el programa a modo de sabios a los que el concursante podía recurrir en varias ocasiones utilizando diferentes comodines. A pesar de que la mayoría de concursantes que participaron en el programa eran personas con estudio y trabajos de elevada responsabilidad y cualificación, pocas veces algún concursante consiguió llevarse un premio importante o no quedar en ridículo al solicitar la ayuda de los pequeños, que raramente erraban en alguna de las preguntas.

Ya por aquel entonces, mi reflexión al ver el programa era la misma. ¿Qué utilidad tienen la mayoría de los conocimientos que aprendemos en la escuela?, ¿para qué nos sirven todas esas definiciones y clasificaciones que memorizamos durante nuestra etapa escolar? Si la mayoría de concursantes, con independencia de su ocupación profesional, no recordaban las respuestas que les formulaban en el programa, ¿quiere esto decir que los niños del programa son más inteligentes que todos los abogados, geógrafos, físicos, economistas, periodistas,… que participaron en el concurso? O por el contrario es un claro ejemplo de lo inútiles que resultan estos aprendizajes. Los concursantes, como la mayoría de los adultos, no recuerdan lo que aprendieron en el colegio porque no lo han tenido que utilizar, no lo han necesitado en su vida profesional ni personal.

Años después de finalizar la escolarización obligatoria una gran cantidad de padres necesitan realizar titánicos esfuerzos para desempolvar sus conocimientos de primaria y poder ayudar a sus hijos con los deberes. Si realmente aquello que aprendemos en la escuela es lo que nos prepara para nuestra vida adulta, ¿por qué cuando somos adultos no recordamos casi nada de lo que aprendimos entonces?

La ciencia, la tecnología han provocado grandes cambios en todas las facetas de nuestra vida. La mayoría de nuestras actividades cotidianas poco o nada tienen que ver con lo que hacían nuestros padres hace cincuenta años, y sin embargo, ¿ha cambiado la educación lo suficiente para adaptarse a los tiempos? En algún sitio escuche una anécdota que serviría para responder a la pregunta. Si alguna vez la ciencia descubriera la forma de poder viajar en el tiempo y como parte de sus experimentos trasladara a una persona del siglo XVIII hasta nuestros días, lo más lógico es que esta persona enloqueciera. Este viajero del tiempo perdería la cabeza al observar nuestros edificios, las ciudades, los aviones, la televisión, los hospitales, nuestras ropas,… Sin embargo, ironizaba este conferenciante, si al viajero del tiempo lo sentásemos en una de nuestras escuelas y asistiera a una clase, con los alumnos en sus pupitres y el profesor en su tarima, entonces… respiraría aliviado al tiempo que pensaría:¡ Por fin en casa!

viernes, 23 de marzo de 2012

EL PODER DEL EJEMPLO


Decía en la entrada anterior que una de las herramientas más eficaces que tenemos los profesores y los padres para poder influir en la educación de nuestros jóvenes es el ejemplo. Contaba en una entrevista la televisiva psicóloga Ana Isabel Sanz (psicóloga del programa SOS adolescentes) que la educación se basa en tres principios: El ejemplo, el ejemplo y el ejemplo. Y no le falta razón. Aquel viejo dicho de haz lo que yo diga pero no lo que yo haga, que se sustentaba en el principio de autoridad incuestionable que los adultos ejercían sobre los jóvenes, se representa hoy como la antítesis del sentido de la educación. Si lo que pretendemos es formar, si lo que pretendemos es influir, nuestro mensaje tiene que ser sincero y coherente. Máxime cuando se trate de plantear contenidos actitudinales.

Los niños son esponjas, se suele decir. Y es una gran verdad. La educación, la verdadera, la importante, no se encierra entre las cuatro paredes de una clase. La educación es una actividad que nos mantiene ocupados sin descanso durante las 24 horas del día. Siempre estamos educando, porque con nuestra manera de actuar (o no hacerlo), con nuestras palabras, pero sobre todo con nuestros gestos y el tono de voz, transmitimos informaciones y sensaciones que serán absorbidas por nuestros alumnos, por nuestros hijos. Algunas, las coherentes, las sinceras, las sentidas generaran estabilidad, otras las hipócritas provocaran confusión y duda.

Ocurre muchas veces, sobre todo en aquellos cursos de mayor duración, que con el paso del tiempo observas comportamientos en el grupo de alumnos que son propios de su monitor. Ves reflejados en ellos las virtudes y también los defectos que son propios de su maestro. Se observa por ejemplo como hay grupos más puntuales que otros, más ordenados que otros o más respetuosos que otros. Y esto no se da en función de cuan insistente es cada monitor en recordar a sus alumnos la importancia de ser puntual, ordenado o respetuoso. Sino en cuan puntual, ordenado o respetuoso es el monitor.

Aprendemos así. Ya lo observó Aristóteles cuando hablo de la importancia del ethos en el discurso. Aristóteles hacía referencia a las actitudes del orador a la hora de inspirar confianza en el auditorio. Lo importante no es el mensaje, el contenido que se explique (logos). Lo importante, lo que marcará la diferencia, lo que conseguirá que llegue y convenza o no, es quién lo pronuncia y cómo es percibido por su auditorio. La fiabilidad, la sinceridad, la sensatez, la credibilidad, la simpatía que nos confieran nuestros alumnos serán las claves que nos permitan influir en ellos. Y hablando de actitudes y valores: nadie puede ofrecer aquello de lo que carece.

Hay un cuento muy breve que sirve para acompañar esta reflexión. Cuentan que un día una mujer llevó a su hijo ante Mahatma Gandhi y le imploró: "Por favor Mahatma, inste a mi hijo a no comer azúcar". Gandhi después de una pausa contestó: "Tráigame a su hijo dentro de dos semanas".

Dos semanas después la mujer volvió con su hijo. Gandhi miró a los ojos al niño y le dijo: "No comas azúcar". Agradecida pero perpleja la mujer le preguntó a Gandhi: "¿Por qué me ha hecho esperar dos semanas? ¡Podría haber dicho lo mismo el primer día!. A lo que Gandhi contestó: " Hace dos semanas, yo también estaba comiendo azúcar".

Hay un buen número de videos en la red que sirven de ejemplo para esta reflexión. Os dejo un par de enlaces para completar la entrada. Una cadena de televisión mejicana realizó una serie de anuncios bajo el título “haz que vean lo mejor de ti” para intentar concienciar sobre este asunto. También acompaño un video, muy conocido en la red, que muestran como los padres, también los profesores, actuamos como modelos paras nuestros hijos. Este video no tiene demasiada calidad, pero su mensaje es contundente.

FELIZ REFLEXIÓN.


miércoles, 21 de marzo de 2012

¿QUÉ HAS APRENDIDO HOY?

¿Qué sentido debería tener la educación? ¿Qué contenidos tendría que transmitir? ¿Cuáles deberían ser sus objetivos, sus pretensiones, sus finalidades? ¿Se ajusta el sistema educativo a las necesidades y demandas actuales de los individuos y de la sociedad en su conjunto? ¿Nos prepara la formación para afrontar las situaciones ante las que nos vamos a encontrar profesional y personalmente?.
Son muchas preguntas y me parece interesante realizar esta reflexión partiendo del ejemplo mostrado en el cortometraje de Sergio Barrejón “El encargado” y de la situación mostrada en un día “normal” de clase.



Imagino al padre (la madre) de Martín, el protagonistas de este cortometraje, cuando al llegar a casa le preguntan a su hijo: ¿Qué tal el día, Martín?, ¿Qué has aprendido hoy? El chaval contesta: “En cono estamos dando las partes de la flor. Don Manuel nos ha explicado el proceso de polinización y las partes de la flor”. Los padres sonríen satisfechos, orgullosos. Su hijo es aplicado, obediente, estudioso y va “por el buen camino”. Esa noche duermen tranquilos y confiados, se sienten seguros, sienten que están haciendo lo correcto.

Martín en cambio tarda en conciliar el sueño, se siente atemorizado ante las amenazas de Luis. Se ha sentido ridículo e insultado ante el resto de sus compañeros. Mañana será un día difícil, tendrá que encajar como pueda la colección de risas, amenazas, desprecios y burlas por parte de los compañeros. Con la certeza de que se ha comportado de manera estúpida. Arrepentido, finalmente se duerme, vencido por el cansancio.

Martín podría haber aprendido ese día el valor de la dignidad, de la justicia, la importancia de luchar por mantener unos principios en los que creemos, de luchar por lo que consideramos justo, de desafiar la tiranía. Podría haber aprendido la importancia de controlar la cólera, la importancia de no responder a provocaciones carentes de argumentos. Podría haber aprendido a confiar en que existe una autoridad que vela por nosotros y nos protege cuando actuamos al amparo de las normas y la justicia.

Pero Martín ha aprendido hoy otra lección, quizás más importante, quizá más útil para la vida: que no hay que atreverse a desafiar a los poderosos, que no vale la pena enfrentarse al orden establecido, que el precio de ser osado es caro y que viene más a cuenta agachar la cabeza y aguantar las humillaciones, ¡ya escampará!.

Escucho atónito como varias asociaciones insisten en que la educación debe olvidarse de educar en valores, que la educación moral debe quedar relegada al ámbito familiar y que se debe evitar influir y contaminar el espíritu de los pequeños. La escuela debe dedicarse a transmitir los conocimientos del curriculum. Debe dotar a los pequeños de los conocimientos necesarios para continuar trepando por el árbol del sistema educativo y que puedan llegar cuanto más alto mejor. Debe centrarse en elevar el nivel de conocimientos del alumnado y evitar las elevadas tasas de fracaso escolar. Debe dedicarse como ironiza Ken Robinson a formar profesores universitarios.

¿Acaso se puede evitar que la clase sea un espacio de convivencia y de interrelación?, ¿se puede evitar que el niño, en tanto que miembro de un grupo, aprenda el valor de unas normas y unos principios de convivencia? ¿Podemos evitar los profesores ser ejemplo para nuestros alumnos? ¿Se puede mantener tal nivel de asepsia e imparcialidad? Creo que el debate no es si en la escuela se deben trabajar aspectos como la ética, la moral o los valores. El debate es qué valores vamos a potenciar, qué valores nos definen como sociedad y cómo vamos a trasladarlos, no en el curriculum, sino en la propia convivencia del centro. De lo contrario la educación en valores, en actitudes, la educación emocional se abrirá paso, como en el cortometraje, de manera descontrolada, de manera autodidacta, con resultados, a largo plazo, catastróficos.

Como padres delegamos en la escuela una parte importante de la educación de nuestros hijos, pero también la delegamos en su grupo de amigos, en sus monitores, entrenadores, abuelos, programas de televisión, vecinos, etc, aunque aquí ya no seamos tan conscientes de ello. Es, como dice Marina, la gran tribu la que educa a nuestros hijos. Y esto es algo que no podemos evitar, y en gran medida tampoco controlar. No podemos pretender mantener a nuestro hijos encerrados en una urna de forma que controlemos cuales son los contenidos, argumentos e ideas que van a aprender. Por tanto sólo nos queda la opción de fomentar en ellos un espíritu crítico, y confiar que ello les proteja y les ayude a tomar las decisiones adecuadas cuando lo necesiten. Y para ello sólo contamos con un arma eficaz: el ejemplo. Nuestro ejemplo como padres y como maestros será la única herencia que les vamos a dejar. Todo lo demás pasará con el tiempo, quedará en el cajón del olvido.

La asignatura de educación para la ciudadanía se desangra estos días víctima del fuego cruzado de los políticos. No era la panacea, la asignatura no estaba bien enfocada, (¿cómo se puede encerrar esta asignatura en un aburrido libro de texto plagado de definiciones?, ¿también esto se tiene que memorizar?), pero era un paso en la buena dirección.

La educación debe caminar de acuerdo con los tiempos. La etapa de la educación como mero transmisor de conocimientos ha llegado a su fin. Es la hora de la educación en valores, de la ética, del pensamiento crítico, de la inteligencia emocional, de la filosofía, de la psicología, de la ecología. Es la hora de empujar a los polluelos para que se atrevan a dar el salto y vuelen solos, que experimenten, que se arriesguen, que caigan y que se levanten de nuevo.

La educación basada en el saber, el modelo que nació con la revolución industrial, debe dejar paso a la nueva educación del siglo XXI, la educación basada en el crecimiento personal, la educación del saber ser.

lunes, 19 de marzo de 2012

CUANDO EL ALUMNO ESTÁ PREPARADO ...

Pudiera dar la impresión al leer artículos anteriores del blog que, presumiendo de no buscar culpables, de no acusar a nadie, caigo en el error de ser condescendiente con los alumnos a los que les otorgo el papel de víctimas inocentes. Que crea que no tiene sentido criminalizar a alguien por sus errores del pasado no significa que piense que se les debe eximir de toda responsabilidad.

Trabajo en programas de formación para el empleo que se nutren de alumnos descartados por el sistema educativo reglado, oficial. La mayoría de nuestros alumnos son “gatos escaldados” que huyen de cualquier clase que les recuerde su paso por el instituto. No quieren estudiar, y en muchos casos tampoco quieren trabajar. Se acomodan en el limbo de la indecisión y la actual situación del mercado laboral se convierte en terreno abonado que justifica su pereza y su falta de iniciativa. Se cubren con el abrigo de las mil y una excusas y se asientan al amparo de la falta de oportunidades para justificar un modo de vida más propio de pensionistas que de jóvenes hambrientos de oportunidades. Es frustrante ver como alumnos que rozan o superan la mayoría de edad se comportan de forma más propia de niños de primaria. En muchas ocasiones sus “no puedos” esconden en realidad un arraigado “no quiero, no me da la gana”. Se acostumbran a vivir “a la sopa boba” de sus padres, que les justifican y compadecen por los malos tiempos que les ha tocado vivir. Y ellos, encantados, ocupan el sillón de la víctima y se dejan llevar. Se convierten en avestruces que sólo sacan la cabeza cuando es hora de comer o salir a la calle.

En las clases intento desmontar excusas, intento responsabilizarles de sus fracasos anteriores al tiempo que les muestro una fe ciega en sus posibilidades. Tienen la vida por delante y la oportunidad de conseguir cualquier cosa que se propongan. Intento que recojan las riendas de su vida y que la conduzcan a donde ellos quieran. Intento que se sepan responsables de sus actos, que asuman que de cada decisión que toman se derivarán unas consecuencias, y que algunas de estas consecuencias se convierten en largas hipotecas difíciles de pagar.

Podría parecer, por lo escrito en entradas anteriores, que tengo una especie de varita mágica capaz de convertir sapos en príncipes. Nada más lejos de la realidad. La cosa va por rachas: Hay días en los que creo que conectamos y en los que creo ver en sus ojos el brillo de la ilusión, y hay días en los que el castillo de naipes se nos derrumba y estoy tentado de lanzarlos a todos por la ventana. Esos días me consuelo recordando el cuento de la vieja y las flores, y pienso que mi trabajo es sembrar, esparcir semillas. Algunas caen en terreno abonado, otras no. Algunas florecerán ese mismo año, otras permanecerán hibernando y florecerán años después, otras sin embargo, no llegarán a germinar nunca. No existen soluciones universales, no hay bálsamo capaz de curar todos los males, no hay recetas milagro. Sólo podemos intentar poner lo mejor de nosotros mismos en cada una de nuestras clases y hacerlo de corazón, con honestidad.

Recuerdo el proverbio que dice que el maestro aparece cuando el alumno está preparado. Algunos de mis alumnos están preparados, su momento es ahora, otros por desgracia aún no. Deseo que cuando les llegue el momento no sea tarde y como dicen los taoístas en ese instante el universo se confabule para acudir en su ayuda.

viernes, 16 de marzo de 2012

EL EXPERIMENTO DE LA ESPERANZA

Cuenta la mitología que Zeus creó a Pandora para que esparciera los males entre los hombres en represalia por la afrenta cometida por Prometeo al entregarles el fuego. Pandora, empujada por la curiosidad, destapó la vasija que contenía todos los males y, al darse cuenta de su error, asustada, cerró de golpe la tapa dejando encerrada a la esperanza. Pandora, arrepentida, corrió entre los hombres para contarles que cuando se sintieran acosados por aquellos males, que ella había liberado, siempre podrían buscar refugio en la esperanza, que permanecía a buen recaudo.

Contaba en mis primeras entradas en el blog como mis queridos elefantes, a fuerza de coleccionar pequeños fracasos habían perdido la esperanza. Como su colección de nopuedos, novalgos, nosirvos y totalpaqués les habían marginado al lado oscuro del sistema educativo. Aquejados del gran mal, que años después los psicólogos bautizaron con el demoledor nombre de indefensión aprendida, permanecían apáticos, derrotados como el elefante de Bucay. La indefensión es el momento en el que alguien asume que todos sus esfuerzos son vanos, que por mucho que lo intente no lo va a conseguir, que el resultado obtenido poco o nada tiene que ver con lo que haga, que lo que tenga que pasar… pasará. Es el momento en el que uno abandona las riendas de su vida y se deja llevar por la corriente.

Igual que la arrepentida Pandora, que propagaba la existencia de la esperanza, para que los hombres buscaran refugio en ella, los profesores tenemos la obligación de sembrar la esperanza en nuestros alumnos, pero ¿cómo podemos administrar el antídoto para la indefensión?, ¿Cómo podemos ayudarles a recuperar la ilusión, la confianza en sus posibilidades?

Encontré en la red hace tiempo un artículo que describía un experimento realizado por el profesor alemán Rudolf Bilz. En esta investigación, el profesor Bilz metió en un barreño lleno de agua a un grupo de ratones. Los ratones nadaron durante algún tiempo tratando de salir del barreño, aunque al ser las paredes lisas no lo consiguieron. Cuenta Bilz que tras 15 minutos de desconcierto las ratas murieron. Comenta el investigador lo extraño de esta reacción, ya que está demostrado que estas ratas pueden nadar durante 80 horas sin parar, por lo que cree que su muerte no se debió al esfuerzo físico, al agotamiento, sino al miedo, al estrés que tienen los ratones al enfrentarse a una situación desconcertante y sin salida. En este experimento se ha provocado indefensión, desesperanza en los ratones y estos se han comportado, no de acuerdo a sus potencialidades (resistir nadando 80 horas), sino que, arrastrados por la sensación de indefensión y miedo, se han rendido a los pocos minutos.

Rudolf Bilz repitió el experimento con otro grupo de ratones (lógico!) de la misma especie. Pero esta vez introdujo un elemento diferente en el experimento. A los cinco minutos, mientras el ratón trataba de buscar una salida a su inexplicable situación, introdujo en el agua una tablilla de madera por la que el ratón pudo trepar y salir del barreño. Bilz introdujo días después a este mismo ratón nuevamente en el barreño lleno de agua, aunque esta vez sin tablilla salvadora. Y, aquí viene lo sorprendente del experimento, descubrió que esta vez el animal no moría de estrés a los pocos minutos, sino que permanecía nadando durante horas, durante días, alentado por la esperanza de que en algún momento volviera a aparecer la tablilla salvadora. Había conseguido inocular la esperanza en el pequeño ratón.

Esta pues en nuestra mano, ofrecernos como tablilla de salvación, demostrar con nuestro ejemplo en las clases que, entre todos los males, también hay espacio para la esperanza. Que no debemos darnos por vencidos y que debemos esforzarnos al límite de nuestras posibilidades, porque mientras mantengamos viva la esperanza, mientras continuemos esforzándonos, no seremos fracasados.

Acompaño la entrada con un video de un interesante experimento realizado por una profesora en el que se muestra lo increíblemente fácil que es generar sentimientos de indefensión en las personas, sobre todo en adolescentes.


miércoles, 14 de marzo de 2012

EL SUEÑO DEL CARACOL


Insisto en la idea de pasar a la acción. Las intenciones, los deseos, los sueños, los anhelos, las ilusiones, deben abandonar el plácido mundo de los pensamientos y transformarse en acción. Las palabras tienen que convertirse en hechos, en movimiento. Está bien reconocer los errores del pasado, incluso arrepentirse de ellos. Es el primer paso, es necesario, pero no es suficiente. No podemos retrasar las agujas del reloj, no podemos volver a vivir los momentos pasados, no podemos recuperar la oportunidad perdida. No debemos atormentarnos por ello, pero tampoco consolarnos. Tenemos la obligación de aprender de nuestros errores, de reflexionar sobre nuestras experiencias y que estas nos ayuden a madurar, nos hagan crecer.

Cuando comienzo con un grupo de alumnos nuevo, les insisto en esta idea. Están ante un nuevo comienzo, una nueva oportunidad, una ocasión de demostrar que han aprendido de sus errores del pasado y que son capaces de hacer las cosas de manera distinta. La mayoría dicen que sí, cuesta poco pronunciar las palabras. La saliva es barata, el sudor no tanto. Lo que cuentan son los hechos.

Insisto una y otra vez en la metáfora de subirse al tren. En la vida hay un momento en que por nuestra estación pasan trenes de manera habitual. Somos jóvenes, podemos hacer estupideces y desperdiciar oportunidades porque a los pocos minutos pasará otro tren. Pero llega un momento en que la frecuencia de paso de los trenes se dilata y, a lo peor, cuando nos decidimos ya es tarde. Entonces maldecimos por las oportunidades perdidas. Pero ya de nada sirve arrepentirse por lo que no hicimos. ¿Qué hubiera pasado si …?. Nunca lo sabremos.

El momento es aquí y ahora. La reflexión está bien, es necesaria. Pero son los hechos los que nos ponen en camino. Hay que reunir el coraje suficiente y lanzarse. Casi nadie se arrepiente nunca de haberlo intentado, por muy mal que se le haya dado. Además, como dijo Robert Allen, todo lo que quieres en la vida está fuera de tu zona de confort. O como dice el refranero el que algo quiere, algo le cuesta.

Apoyo esta idea con la proyección del cortometraje de Iván Sainz-Pardo “El sueño del caracol”, una preciosa historia que habla sobre el precio de la indecisión y las oportunidades perdidas. El cortometraje está en alemán, pero está subtitulado y a los pocos minutos se nota el origen español de su director. El corto tiene un mensaje muy evidente que se ve subrayado por el giro de los acontecimientos al final de la película. No os desvelo más de la historia y enlazo el video para que lo disfrutéis… y como les digo a mis alumnos, os apliquéis el corto.


lunes, 12 de marzo de 2012

LA MONTAÑA DE LAS DIFICULTADES

Hace días que no cuelgo un cuento en el blog, y eso no parece muy propio de mí, así que vamos a solucionarlo…Había una vez una selva en la que vivían tres leones

Un día el mono, el representante electo por los animales, convocó a una reunión para pedirles una toma de decisión: Todos nosotros sabemos que el león es el rey de los animales, pero hay una gran duda en la selva: existen tres leones y los tres son muy fuertes.¿A cual de ellos debemos rendir obediencia?. ¿Cuál de ellos deberá ser nuestro rey?.

Los leones supieron de la reunión y comentaron entre si: Es verdad, la preocupación de los animales tiene mucho sentido. Una selva no puede tener tres reyes. Luchar entre nosotros no queremos ya que somos muy amigos. Necesitamos saber cual será el elegido, pero, ¿Cómo descubrirlo?

Otra vez los animales se reunieron y después de mucho deliberar, llegaron a una decisión y se la comunicaron a los tres leones: Encontramos una solución muy simple para el problema, y decidimos que Uds. tres van a escalar la Montaña Dificil. El que llegue primero a la cima será consagrado nuestro Rey. La Montaña Difícil era la mas alta de toda la selva. El desafío fue aceptado y todos los animales se reunieron para asistir la gran escalada.

El primer león intentó escalar y no pudo llegar.

El segundo empezó con todas las ganas, pero, también fue derrotado.

El tercer león tampoco lo pudo conseguir y bajó derrotado.

Los animales estaban impacientes y curiosos; si los tres fueron derrotados, ¿Cómo elegirían un rey? En este momento, un águila, grande en edad y en sabiduría, pidió la palabra:
¡Yo sé quien debe ser el rey! Todos los animales hicieron silencio y la miraron con gran expectativa. ¿Cómo? Preguntaron todos.

Es simple, dijo el águila. Yo estaba volando bien cerca de ellos y cuando volvían derrotados en su escalada por la Montaña Difícil escuché lo que cada uno dijo a la Montaña.

El primer león dijo: ¡Montaña, me has vencido!.

El segundo león dijo: ¡Montaña, me has vencido!.

El tercer león dijo: ¡Montaña me has vencido, por ahora!. Pero ya llegaste a tu tamaño final y yo todavía estoy creciendo.

La diferencia, completó el águila, es que el tercer león tuvo una actitud de vencedor cuando sintió la derrota en aquel momento, pero no desistió y quien piensa así, es mas grande que su problema.

El es el rey de si mismo, está preparado para ser rey de los demás. Los animales aplaudieron entusiasmadamente al tercer león que fue coronado El Rey de los animales.

Y TÚ,¿TODAVIA ESTÁS CRECIENDO?

viernes, 9 de marzo de 2012

MY NAME IS JOSE

Hace unos años La Caixa publicitó su obra social a través de una serie de anuncios que bajo el título Historias con alma mostraban los testimonios de varias personas beneficiarias de sus programas de ayudas. Más que en las grandes cifras, esta campaña puso el acento en las realidades particulares, en las historias personales de cientos de personas que por uno u otro motivo pasan por circunstancias difíciles.

Elijo algunas de ellas y durante la clase cedemos la palabra a Teresa, Jesús, Erika o Tolo para que nos transmitan de viva voz sus vivencias, su actitud ante la vida, su vitalidad, su optimismo. Dejamos que sus testimonios nos emocionen, nos lleguen directamente al corazón y nos dejamos impregnar por sus ganas de superar obstáculos, por sus ganas de vivir. Comparadas con las suyas, nuestras preocupaciones, nuestros problemas, nuestros obstáculos empequeñecen, casi parecen insignificantes. Gracias a sus relatos asumimos una nueva perspectiva, observamos nuestro futuro con esperanzas renovadas. Desaparecen las nubes negras y un rayo de sol se cuela por las ventanas. Pegamos sus fotos en el corcho de la clase. Durante un tiempo sus caras serán mudos testigos de nuestro quehacer cotidiano. De vez en cuando sorprendo a algún alumno mirando las fotos de reojo. Durante unos días sus palabras resonaran con fuerza. ¿Se puede?, ¡por supuesto que se puede!

De todos ellos la historia de José Miguel es la que más nos enternece. En un par de minutos un crio de 10 años explica la suerte que tiene porque no le falta de nada, su principal problema es ser el menor de tres hermanos,… toda una lección de ética. En un par de minutos José Miguel transmite lo realmente importante de la vida. Sus palabras me recuerdan la imagen del principito y su "lo esencial es invisible para los ojos".

Otro de los testimonios imprescindibles es el del video que acompaña esta entrada. La frase “posibilidades hay muchas” en boca de Jose abre el debate sobre ver el vaso medio lleno o medio vacío. Utilizo su testimonio para debatir con mis alumnos cuáles son los beneficios que obtenemos a través del trabajo, sobre la importancia de tener una profesión como medio de integración, sobre la necesidad de sentirnos útiles.

miércoles, 7 de marzo de 2012

CRUZAR LA META: IMPORTA MÁS EL CÓMO QUE EL CUÁNDO

Algunas de las historias que suelo utilizar para reflexionar en las clases están protagonizadas por deportistas. No es difícil encontrar ejemplos de lucha, de superación, de esfuerzo y sacrificio en atletas o deportistas de diversas disciplinas. Sin embargo los mejores ejemplos no se encuentran en los grandes campeones, en los plusmarquistas o en los deportistas mejor pagados. Hay que bucear un poco para descubrir las historias personales que se esconden detrás de cada atleta y de sus victorias o derrotas. Un buen granero de historias son los Juegos Olímpicos, ya que en pocos días, los atletas se juegan el esfuerzo realizado durante los últimos cuatro años. Una de las historias que suelo contar es la del velocista Derek Redmond y su carrera de clasificación en las semifinales de los 400 metros en las olimpiadas de Barcelona.

La historia de este velocista británico se encuentra plagada de lesiones que dificultaron su carrera profesional. Hasta en 18 ocasiones tuvo que pasar por el quirófano para poder continuar practicando atletismo al máximo nivel. Derek demostró a lo largo de su carrera una gran tenacidad y una gran capacidad para sobreponerse a estas lesiones. Sin embargo, Derek saltó a la fama no gracias a sus records o medallas, sino precisamente gracias a una lesión, y sobre todo, gracias a su reacción tras esta lesión. Su semifinal en los 400 metros libres de las Olimpiadas de Barcelona, en la que partía como uno de los favoritos dio rápidamente la vuelta al mundo, consiguiendo emocionar a millones de personas y convirtiéndolo en uno de los protagonistas de aquella cita olímpica.

Una vez más, esta historia demuestra que más allá del valor de los resultados, de los triunfos o de las medallas, el mérito, la grandeza de un deportista se encuentra en el tamaño de las dificultades o de los adversarios que ha tenido que superar. Es la actitud ante las circunstancias lo que determina el nivel de las personas.

Hoy, en todos los campos, y también en la educación, parece que sólo cuenten los resultados, las notas, las evaluaciones, las comparaciones, la posición que se ocupa en el ranking de tal o cual estadística,… sin embargo importa menos el proceso, los medios, las ventajas o los inconvenientes que hemos tenido que superar durante el camino. ¿Dónde queda esa “evaluación continua” que mide la progresión del alumno, que lo compara consigo mismo y no con los demás?. Los resultados son sólo una parte del todo, la punta del iceberg, la “parte gorda” se encuentra sumergida.

El ejemplo de Redmond, su actitud durante la carrera, nos enseña que lo más importante es no darse por vencido, levantarse y continuar, no por la clasificación, no por el tiempo, no por los demás, sino para demostrarnos a nosotros mismos que nos entregamos, que lo intentamos y que dimos lo mejor de nosotros en el intento. Al final, lo de menos es el resultado final, sino la sensación con la que nos quedemos. Nosotros somos los verdaderos jueces de nuestros actos, y nunca podremos sentirnos fracasados si sabemos que lo intentamos con todas nuestras fuerzas. Lo que digan las notas, las evaluaciones, las estadísticas o el informe Pisa,… es otra historia. A veces el vencedor no es quien cruza la meta en primer lugar.



Recientemente se ha publicado que Derer Redmond será una de las personas que porte la antorcha olímpica para inaugurar los juegos olímpicos de Londres 2012.

lunes, 5 de marzo de 2012

LOS LUNES AL SOL

Observo un grupo de jóvenes que se arremolinan alrededor de un banco en una plaza cualquiera de una ciudad cualquiera. Es media mañana de un día laboral. El grupo, ajeno a cualquier otra ocupación que no sea esperar la hora de la comida, se dispone a pasar un par de horas compartiendo conversaciones de móvil y canutos. Miro la estampa y me viene a la cabeza la imagen de Bardem y Tosar, repantigados, en la cubierta del barco que los llevaba a ninguna parte, en el cartel de la película “los lunes al sol”de Fernando León de Aranoa. Han pasado más de diez años desde su estreno.

Retrocedo diez años en el tiempo. Es un mes cualquiera de año dos mil y pocos. Observo la plaza donde estaban los chicos. Es como la gran mayoría de parques públicos de una ciudad media con humos de gran capital: un espacio en el que predomina el hormigón sobre la vegetación; un par de columpios para niños plagados de grafitis, unas pocas papeleras vacías rodeadas de basura esparcida por el suelo, y algunos bancos en los que tomar el sol a media mañana. Un grupo de jóvenes se ha adueñado de la zona de sol, desplazando a la sombra a los abuelos “petanqueros” que hasta hace poco eran la especie dominante. Día tras día, camuflados en sus eternas capuchas, revolotean alrededor de uno de los bancos, que parece haberse convertido en su nido habitual. Son casi siempre los mismos, no importa que sea lunes o domingo; no importa si febrero o abril. Pasan las mañanas al sol entretenidos, sin mayor ocupación que dar pataditas a un pequeño balón o compartir un cigarrillo.

Me acerco al grupo, saludo. Miradas entre desafiantes y recelosas. Uno de ellos se esconde algo rápidamente en el bolsillo. Voy al grano: ¿Acaso no tienen edad de estar en el instituto?, ¿no tienen otra cosa mejor que hacer que estar aquí?, ¿bibliotecas?, ¿instalaciones deportivas?, arriesgo… ¿museos?. Uno alto y delgado, apodado “el chino” (siempre hay uno que se llama así) me responde: “¿Para qué?.¿ Para que tenemos que perder el tiempo en el instituto?.¡Es un rollo!. Todo lo que cuentan no sirve para nada. El día que me canse de estar aquí, me acercaré a la obra esa de ahí enfrente, preguntaré por el encargado y me pondré a currar. Seguro que me saco más de dos mil euros al mes. Eso sí, me saldrá de los riñones.”

Vuelvo a viajar en el tiempo para regresar al presente. Es la misma plaza, los mismos columpios, la misma suciedad, algo más de hormigón, las plantas más secas, ...Miro a los chicos que ocupan ahora el banco, el culo en el respaldo y los pies en el asiento. Miro alrededor de la plaza: los bloques de pisos que bordean el parque están plagados de carteles de “se vende”, algunos edificios a medio construir, una grúa , parada hace años, se asemeja a un esqueleto de dinosaurio,…Me acerco a los chicos y busco con la mirada al alto y desgarbado, “el chino” creo que lo llaman sus compañeros. Les pregunto por qué no están en el instituto, por qué no están sembrando de curriculums el polígono industrial o repartiendo pizzas. Sin dejar de teclear sus móviles con los pulgares levantan la cabeza para mirarme de refilón. No hay desconfianza en su mirada, sólo una pizca de curiosidad. Creo que agradece que mi presencia rompa la monotonía de sus días. Misma pregunta y misma respuesta. Entre calada y calada, El chino (es otro, siempre hay uno) me contesta: “¿Para qué?. Lo que te cuentan allí es un rollo insufrible, y además, para lo que nos va a servir. Tal y como está el trabajo ahora, lo mismo da tener el graduado que tres “masteres”. Para acabar sin curro y jodido no vale la pena tanto esfuerzo.” Me viene a la cabeza la escena tantas veces repetida en un programa de televisión: “ir pá ná es tontería” repite insistentemente el personaje. No le falta razón en su mensaje. Es el aeiou de la teoría económica.

Me entristece su actitud derrotada, su falta de esperanza y su falta de rebeldía. Pero, ¿qué parte de razón tiene “El chino”?. ¿Para qué les sirve todo lo que aprenden en el instituto?,… ¿les es útil para la vida?,… ¿está mejor preparado para la vida el alumno brillante que saca mejores notas, lo tendrá más fácil por ello?, ¿les otorga la formación un mayor grado de empleabilidad a nuestros alumnos?.

Me considero maestro, creo en mi trabajo y en mis alumnos. Estoy convencido de que la educación es el camino (como dice Guisaet), pero… a veces, miro en los ojos de “El chino” y me asaltan dudas. Esta noche no he podido dormir, una pregunta ronda, insistentemente, en mi cabeza.¿Fue Santa* un buen o un mal alumno cuando estaba en el instituto?

*Santa: personaje de “Los lunes al sol” interpretado por Javier Bardem.

viernes, 2 de marzo de 2012

¿Y SI...?

La entrada de hoy quiero dedicarla a las personas que no se conforman, y que en vez de darse cabezazos contra la pared una y otra vez, se detienen al borde del camino para reflexionar y buscar una forma diferente de hacer las cosas. Las personas que se reinventan, las personas capaces de desaprender, las personas capaces de levantarse después de caer para intentarlo de nuevo. Estas son las personas que mueven el mundo.

Los profesores y la sociedad en general, podemos continuar aportando argumentos a la gran montaña de explicaciones, argumentaciones y conclusiones que explican las elevadas tasas de abandono y de fracaso escolar en España. Podemos continuar con la quema y con la cacería de los culpables. Porque además, todas estas acciones nos sirven a los profesores para justificarnos, a los padres para consolarnos y a los alumnos para acomodarse en el papel de victimas.

Pero también podemos formular la pregunta mágica, la pregunta que hace avanzar el mundo: ¿Y si…?.

Detrás de cada paso, de cada avance, de cada progreso, hay una persona o un equipo de gente que se ha planteado su correspondiente ¿y si…?, su... “¿qué pasaría si en vez de hacer lo de siempre, probaramos algo nuevo?”. Es evidente que en muchas ocasiones estos intentos desembocan en estrepitosos fiascos, que muchas veces tendremos que escuchar el "¿pero tú, dónde pensabas que ibas?", o el "¿pero tú, quien te has creido que eres?". Pero al final, el que busca, encuentra y el que intenta, consigue.

Al menos, todo esto es lo que pensé al ver el video “the fun theory”, rodado para una campaña publicitaria de Volkswagen. Es una idea que nos permite reflexionar sobre la posibilidad de abrir nuevas vías de exploración a la hora de trabajar con nuestros alumnos en clase. Hay infinitas maneras de hacer las cosas. Las nuevas tecnologías abren un campo inmenso de posibilidades metodológicas para trabajar conceptos y actitudes en el aula. No nos conformemos, no nos acomodemos, no hagamos las cosas siempre igual. Atrevámonos a soñar, a intentar hacer cosas distintas, a reinventarnos como maestros, a innovar. Abandonemos el cliche de profesor plasta del anuncio (Gutierrez, que le veo) y arriesguémonos a cautivar a nuestros alumnos.


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