miércoles, 30 de mayo de 2012

MANO DE SOBRA: ¿Y QUÉ HACEMOS CON ELLOS?

Utilizo en el título una expresión tomada de un dibujo del genial dibujante Eneko (es inegable que la genialidad habita en los pequeños detalles) y acompaño esta idea con una cuestión del tipo "Vale, ¿y entonces qué?", puesto que mi trabajo consiste en trabajar con jóvenes con bajos niveles de cualificación, a los que tengo que mirar a los ojos cada día y ofrecer algunas respuestas.
  
La Fundación La Caixa publicó en 2009 dentro de su Colección de Estudios Sociales un interesante y pormenorizado análisis sobre la formación profesional en España y sus retos futuros. El estudio firmado por Oriol Homs, de la fundación Cirem, lleva por título “La Formación Profesional en España. Hacia la Sociedad del Conocimiento.”
Ya en el mismo título del estudio se refleja la idea del cambio de escenario laboral, incidiendo en el momento de transición por el que atravesamos. Parece cada vez más evidente que estamos asistiendo a un traumático cambio de ciclo en el que el mercado laboral basado en la sociedad industrial va perdiendo fuerza frente a un nuevo modelo en el que, parece ser, que el valor de las ideas, del conocimiento y de la innovación se convierte en el elemento clave, en el factor que aporta valor añadido en esta nueva sociedad llamada del conocimiento. Este cambio en la manera en la que funciona el mercado laboral plantea una serie de retos al sistema educativo-formativo encargado de preparar a las personas que han de desenvolverse en este nuevo escenario. Una de las interesantes preguntas que se plantea el autor de este estudio es ¿qué tipo de necesidades de cualificación va a exigir esa sociedad del conocimiento?, ¿Qué tipo de empleos va a demandar? Es de agradecer que Oriol Homs, a diferencia de muchos autores que dejan la pregunta en el aire, entre al trapo y ofrezca algunas respuestas para la cuestión.
La opinión del autor de este estudio al respecto apunta a la aparición de una tendencia de polarización en el empleo. Homs plantea que los empleos que se van a generar seguirán dos tendencias. Por una parte se demandarán trabajadores con una muy alta cualificación (elevada capacidad de aprendizaje, adaptación a cambios, actualización de conocimientos y resolución de problemas) que coexistirán con otro gran grupo de empleos donde no se requerirá una especial cualificación y que se orientarán a atender necesidades básicas, entre las que el autor destaca por su potencial generador de empleo aquellos trabajos relacionados con el envejecimiento de la población.
Una de las características principales que definen a la sociedad del conocimiento o de la información, es la necesidad de que la mayor parte de la población tenga niveles de formación elevados, generalmente superiores a los obligatorios. De la misma manera que el modelo laboral basado en la industrialización requirió de una población alfabetizada, la sociedad del conocimiento eleva estas necesidades formativas a un nivel superior. Un mercado laboral dinámico y en continua evolución requiere trabajadores en continuo proceso de adaptación y formación, y tal y como apunta el autor, esta predisposición al aprendizaje continuo se encuentra en mayor medida en aquellos individuos que han completado los ciclos de enseñanza obligatoria.
Durante décadas funcionó el paradigma de “¿estudias o trabajas?”, que indirectamente clasificaba a los jóvenes en función de sus preferencias: Encontrábamos un grupo de jóvenes que mostraba su preferencia por continuar y profundizar sus estudios, y existía un segundo grupo  de jóvenes cuya preferencia se decantaba por abandonar los estudios para incorporarse cuanto antes al mercado laboral. Con el tiempo apareció un tercer grupo, poco significativo y muestra de un comportamiento socialmente patológico, que mostraba su aversión tanto hacía los estudios como hacía el trabajo (etiquetados como “ninis”). Lo cierto es que este paradigma hace unos años que quedó obsoleto junto con las ideas de seguridad y estabilidad en el empleo que creíamos aparejadas con nuestro estado de bienestar. Las actuales circunstancias apuestan por un modelo basado en el aprendizaje continuo a lo largo de la vida y que apuesta por una actualización constante de los contenidos. El propio Oriol plantea (ver entrevista) la posibilidad de poner en revisión cada cierto tiempo los títulos académicos obtenidos para corregir el riesgo de que estos aprendizajes hayan quedado obsoletos. Parece que los nuevos tiempos apuestan por modelos de formación duales, que combinen los estudios con la práctica profesional, al estilo del ahora alabado modelo alemán, sin pararse demasiado a analizar las evidentes diferencias entre el tejido productivo alemán y el español. En este contexto aparecen con fuerza, ya hace varios años, los modelos de formación basados en las competencias que ponen el acento en la capacidad del alumno (o del trabajador) de movilizar sus recursos en una situación concreta. No se trata de saber, sino de demostrar que se sabe.

Una reflexión interesante que plantea este estudio respecto a las necesidades formativas futuras parte del análisis de la estructura de cualificación que define a la población española y de sus diferencias con otros países europeos. La grafica de tipo reloj de arena que describe Oriol muestra las tremendas carencias de formación en niveles medios que existen en nuestro país, y como, a pesar de que el porcentaje de personas con formación universitaria es comparable o incluso superior al de la media europea, España presenta un grave problema de niveles bajos de formación en la población adulta. La dura conclusión que apunta Oriol en la parte final de esta entrevista es que en España “nos sobra mucho personal poco cualificado”, sobre el que necesariamente hay que actuar implantando modelos de formación duales que posibiliten no sólo una formación profesional al uso, de tipo técnico, sino una formación basada en la adquisición de competencias transversales que fomenten la capacidad de adaptación, actualización y aprendizaje permanente, claves en un mercado laboral tan cambiante como el actual.

lunes, 28 de mayo de 2012

UN CUENTO PARA DESPERTAR A LOS ALUMNOS

Ya sé que siempre nos han contado cuentos para acostarnos, para dormir, aunque si he de ser sincero, a mí los cuentos que más me gustan son los que me ayudan a despertar.
Comparto hoy una historia para reflexionar sobre nuestra labor como profesores, sobre las tan repetidas quejas de la falta de interés y de atención por parte de nuestros alumnos hacía aquello que les explicamos. El cuento de hoy es una historia que muestra el camino para atrapar, para atraer, para “enamorar” como dice el cuento, a nuestros alumnos. Una herramienta para luchar contra la desmotivación y la apatía.
La historia transcurre el primer día de clase cuando el nuevo profesor entra en el aula y sin tan siquiera presentarse, ni plantear los objetivos, ni el programa de su asignatura lo primero que hace es dirigirse al alumno sentado en la primera fila preguntándole su nombre.

-Me llamo Luis, maestro – Contesta el despistado alumno.

Lo segundo que hizo fue gritarle a Luis que saliera de la clase inmediatamente. El alumno lo miró con incredulidad y quiso protestar pero el maestro no le dio oportunidad.

-Cierra la puerta al salir. ¡No te quiero ver aquí! -Le gritó con autoridad.

Temblando de nervios, coraje o qué se yo, tomó sus cosas y salió sin decir una palabra sin olvidarse de dar un portazo para cerrar la puerta.

Todos nos quedamos asombrados y en completo silencio. Mientras el maestro sacaba un libro de su maletín,  yo lo miraba y pensaba que era un completo idiota y que seguramente nos haría la vida imposible todo el semestre. ¡Qué tipo tan insoportable!

Finalmente tomó asiento y preguntó qué materia nos iba a dar.

¡Que ridículo! ¡Ni siquiera sabía a qué venía! Todos, al mismo tiempo sacamos nuestro horario de clases y dijimos al unísono: ¡INTRODUCCIÓN AL DERECHO!

-Muy bien. ¿Alguien tiene idea de qué se va a tratar en esta clase?

Algunos, los que querían impresionar al nuevo maestro levantaron la mano. El maestro señaló a uno de ellos quien de inmediato dijo que se trataría del estudio de las leyes.

-Muy bien. ¿Alguien sabe para qué sirven las leyes?

Varias respuestas tuvo esa pregunta. Para tener una sociedad organizada. No. Para que todos estemos obligados a cumplirlas. No. Para saber quiénes son los criminales. No... Y así, uno por uno... hasta que alguien dijo la palabra mágica que el maestro buscaba... Para que haya justicia.

-¡Ajá! Justicia. ¿Qué es la justicia?

La justicia es no permitir que se violen los derechos de los demás. -Bien, ¿qué más?... La justicia sirve para regular las conductas de las personas. -Bien, ¿qué más?... La justicia es buscar que cada persona obtenga lo que se merece.

-Bien, muchachos. Bien. Ahora díganme... ¿Ustedes creen que hice bien en sacar a su compañero del aula?

Silencio. Miradas unos a otros.

-¿Hice bien sí o no?

-¡Noooo!

-¿Cometí una injusticia?

-¡Sí!

-¿Y por qué nadie dijo nada? ¿De qué sirven las leyes, las normas y los reglamentos si no tenemos el valor de aplicarlas? Todos estamos obligados a levantar la voz cuando vemos una injusticia. Ustedes y yo. ¡Nunca se queden callados! Tras una breve pausa añadió: Que alguien vaya a buscar a Luis.

Silencio. Todos nos mirábamos con sonrisas idiotas. Alguien salió a buscar a Luis.

Esa mañana me enamoré de mi maestro de Introducción al Derecho.
Este cuento lo encontré recientemente en la página de Valeria Torres. ¿Alguien conoce una forma más contundente de explicar los objetivos de una asignatura?
El cuento plantea la sutil diferencia entre mostrar y demostrar, una de las claves de la verdadera educación transformadora.
¡FELÍZ REFLEXIÓN!

viernes, 25 de mayo de 2012

LECCIONES DE DICKENS SOBRE EL APRENDIZAJE


En algunas ocasiones a los profesores nos asaltan las dudas sobre la utilidad que nuestros alumnos darán a los contenidos que intentamos transmitirles. ¿Les serán útiles en el futuro?, ¿influirán en su forma de pensar, de sentir o de ser las reflexiones y debates que planteamos en clase? Y esto es así, porque en definitiva necesitamos creer que nuestro trabajo tiene un sentido, una razón de ser más allá de la nómina que cobramos a final de mes.

Aprender implica necesariamente un cambio. Con demasiada frecuencia observamos, incluso experimentamos nosotros mismos, como a las pocas semanas de haber acabado un curso o una asignatura, prácticamente no recordamos nada de lo que allí se trató. Todos recordaremos la sensación de estudiar y preparar concienzudamente un examen en el que obtuvimos una nota brillante, pero que si lo tuviéramos que repetir una semana después no conseguiríamos aprobarlo. Y en cierta forma es normal que la mayor parte de los contenidos que estudiemos se evaporen a los pocos días, a veces horas, sin embargo lo importante es el poso que dejan. Y es este poso, este recuerdo permanente que quedará grabado en el alumno lo que provocará un verdadero aprendizaje, un verdadero cambio y, es lo que confiere verdadero sentido a nuestra labor de maestros.

Una de mis historias preferidas sobre aprendizaje, cambio e influencia fue escrita hace dos siglos. En Canción de navidad de Charles Dickens se retrata el proceso de cambio del avaro Ebenezer Scrooge que a través de una lección magistral impartida por tres etéreos profesores aprende el verdadero significado de la Navidad. Y además es un aprendizaje de los que deja un poso intenso, un aprendizaje que provoca cambios significativos en la forma de pensar, de sentir y de ser del viejo Ebenezer. Esta admirable lección se imparte en el transcurso de una noche en la que Scrooge recibe la visita de tres espíritus, que a modo de modernos coach, lo acompañan en un exhaustivo recorrido por sus recuerdos de infancia y juventud, lo enfrentan a las terribles consecuencias que provocan sus despiadadas decisiones, y por último y más importante le muestran el amargo futuro al que se verá irremediablemente abocado de no corregir su actitud.

Con la visita del fantasma de las navidades pasadas entendemos como Scrooge ha llegado a convertirse en alguien tan ruin y despreciable, como el carácter de su padre, las desilusiones y algunas decisiones mal tomadas le han conducido a ser lo que es. Su miserable comportamiento no es más que la punta visible de un gran iceberg que guarda sumergido toda una colección de desgracias, decepciones, odios y equivocaciones.
El fantasma de las navidades presentes acompaña a Scrooge para que se enfrente a las consecuencias de sus acciones: gente desahuciada, hambre, enfermedad y dolor provocado por su actitud egoísta. El fantasma le quita la venda de los ojos, desmonta sus excusas ( sus “paparruchas”) y le obliga a mirar y a sentirse responsable de todo el daño que causa. Es la fase de admitir errores y asumir consecuencias, es la antesala del cambio.

La última de las visitas es la más trascendente, la determinante. El último de los espíritus enfrenta a Scrooge a sus miedos. Su final será más miserable que el de su socio Marley con el que Scrooge siempre se había comparado (“yo no soy como tú”). Enfrentado a las desastrosas consecuencias de la acumulación de sus actos, Ebenezer muestra un sincero y desesperado arrepentimiento e implora la oportunidad de cambiar, de aprender. Empujado por el miedo a un futuro cierto Scrooge se convence de la necesidad de arrepentirse, de reparar los daños provocados y de actuar de manera diferente para conseguir un futuro distinto.

Creo que la historia de Dickens condensa la esencia de un proceso de aprendizaje basado en la influencia y en el cambio. Todo proceso de aprendizaje debe tener como objetivo dejar huella en sus alumnos, que quede algo más allá de la puntuación del examen. Todo proceso de aprendizaje debe intentar crear las condiciones para que el alumno sea consciente de la importancia de los contenidos y voluntariamente los incorpore y los utilice convirtiéndolos en trascendentes. El aprendizaje debe saltar del papel a la vida, de lo contrario está condenado a ser un aprendizaje estéril.

El proceso de cambio descrito en Canción de navidad encierra interesantes claves aplicables al proceso formativo. El cuento de Dickens es desde mi punto de vista todo un manual de modificación de conducta digno de estudiarse en la Universidad. En todo caso mi propuesta de hoy es aprender de los tres fantasmagóricos maestros y su forma de enseñar, quiza sea esta la idea a la que Dickens se refería en su enigmático prefacio. Su papel es bastante parecido al que he defendido en anteriores artículos: acompañar, comprender, mostrar, diseñar escenarios de aprendizaje,… el último de los espíritus ni siquiera habla, se limita a acompañar, a mostrar y a dejar que su alumno Scrooge saque sus propias conclusiones.

¡FELIZ REFLEXIÓN!

miércoles, 23 de mayo de 2012

LOS JÓVENES ESTÁN OBLIGADOS A SER LA GENERACIÓN DEL CAMBIO.

Hace unas semanas el programa de televisión Documentos TV emitió un reportaje sobre la situación a la que se enfrentan los jóvenes españoles. El programa bajo el título “¿Una generación perdida?”, plantea las dificultades, los retos y las esperanzas de, como la llama el programa, la generación de la democracia. Evidentemente no pierdo la oportunidad de llevar el documento a clase para comentarlo con mis alumnos. En concreto utilizo los primeros 10-12 minutos y luego la parte final.
El documental empieza retratando las aparentes contradicciones que caracterizan a esta generación: La generación más preparada de la historia de España es también la que presenta un mayor índice de abandono escolar. Es la generación acostumbrada a conseguirlo todo, a no poner límites a sus deseos y que ahora se enfrenta al difícil reto de asumir un escenario distinto en el que se les ofrecen muy pocas posibilidades. La precariedad laboral a la que se ven abocados al menos dos tercios de los jóvenes empieza a cobrarse la factura en forma de desesperanza, abandono, angustia y miedo. A pesar de ello en este desolador escenario aparecen algunas voces cargadas de sueños e ilusiones que reclaman aires de cambio. Y también aparecen jóvenes dispuestos a asumir sus errores y dispuestos a luchar para tener la oportunidad de empezar de nuevo.
El programa plantea la cuestión de si estamos ante una generación perdida, pero también deja entrever que no hay ninguna sociedad que pueda soportar prescindir de sus jóvenes, de sus aportaciones y de sus aires de cambio. Los retos son difíciles, pero estamos inevitablemente condenados a superarlos, porque no hay alternativas posibles. La situación me recuerda a la tantas veces citada anécdota del general que mandó quemar sus propios barcos, eliminando así la posibilidad de retirada.
Durante la primera parte del documental se nos muestran los testimonios de varios jóvenes que se encuentran en diferentes situaciones. Los testimonios de Tamara y David suponen una magnifica invitación a la reflexión. Ambos reconocen la dureza de su situación y su imperiosa necesidad de trabajar que les lleva a enfrentarse con decisión a su futuro. Tamara es una chica de 30 años que vive sola con un hijo de 5 años. Su caso es un ejemplo de esfuerzo y tesón que le llevó a graduarse como trabajadora social tras superar varias desgracias familiares. Tras trabajar unos años la despidieron. Su más que justificada pregunta queda en el aire ¿qué ocurrió con la promesa de que a cambio de esfuerzo y mérito obtendríamos un buen puesto de trabajo? David es el ejemplo del que abandonó los estudios para dedicarse a trabajar en la construcción. Reconoce sus errores, se dejó llevar por el beneficio inmediato, se confundió, no pensó con claridad en el futuro, en que no duraría para siempre. David está dispuesto a empezar de nuevo, aprendiendo de sus equivocaciones, ¡un ejemplo admirable!.
La ultima parte del reportaje nos muestra a Jesús, la viva imagen de la tan necesaria utopía y su “todo es posible”. Y en realidad ¿por qué no? Y también la imprescindible reflexión de José Luis Sampedro y su “otro mundo es seguro”. Sus impactantes testimonios son un grito de esperanza, porque los jóvenes son el futuro, ellos tienen el mundo en sus manos y, como dice Jesús no son la generación perdida, sino la generación del cambio. “No sabemos hacia dónde, ni qué hay que cambiar, pero si sabemos por qué”, dice Jesús, y yo también creo que son razones suficientes para creer en la generación del cambio.

Enlace al documental ¿Generación perdida?
¡FELIZ REFLEXIÓN!

lunes, 21 de mayo de 2012

DINÁMICA DE GRUPOS: EL CIRCO.

En el periodo de formación de un grupo de alumnos es interesante dedicar un tiempo para que los miembros del grupo se conozcan e interactúen entre ellos. La forma en la que los alumnos conecten entre ellos durante los primeros días se convertirá en un elemento determinante para el desarrollo del proceso de aprendizaje. Hay que recordar que el alumno no sólo va a aprender de lo que le muestre el profesor, sino que sobre todo va a aprender a través de comentarios y experiencias que otros compañeros compartirán. Y para que estas contribuciones puedan producirse es necesario que cada alumno se sienta a gusto, integrado y muestre su predisposición a participar libremente.
Hay un concepto que me encanta y me parece tremendamente potente; es el concepto de sinergias.  El diccionario de la Real Academia define el termino como “acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales”. ¿No es fantástico? Un proceso formativo cimentado en un grupo bien cohesionado y en el que sus miembros pueden participar libremente es terreno abonado para que se produzcan estas sinergias. Es decir, cada una de las aportaciones realizadas tendrá un efecto multiplicador. Muchas veces cuando se trabaja con grupos de adolescentes y jóvenes ocurre que tiene más peso, más influencia, más repercusión, el comentario realizado por el grupo de iguales que el realizado por el maestro. Por tanto es conveniente que los maestros desempeñemos el papel que nos corresponde: el de moderadores, el de conductores, el de provocadores, el de incitadores, el de observadores,... a nosotros nos corresponde el poderoso papel de conjugar los elementos de la ecuación para que el resultado de sumar uno más uno sea superior a dos, para que se produzcan las sinergias.
Como decía para la buena salud de un grupo es muy importante empezar con buen pie y conseguir un buen nivel de integración y de cohesión entre todos. Un aspecto a trabajar, por tanto, en estos primeros días es, junto con el tema de las expectativas (del que ya he hablado en otros artículos), conseguir que los miembros del grupo se conozcan, que desaparezcan temores y vergüenzas y se sientan cómodos dentro de la clase. Una herramienta imprescindible para alcanzar estos objetivos son las dinámicas de grupo, que sobre todo al inicio es muy conveniente utilizar.
Es fácil encontrar un buen montón de dinámicas en la red, aunque hay que dedicar tiempo para seleccionar qué actividad va a ser la adecuada atendiendo a los objetivos propuestos, la duración de la acción formativa y las características del grupo de alumnos. La dinámica de grupos es una herramienta muy recomendable y poderosa, pero que mal aplicada puede tener el efecto contrario al pretendido. Es por ello que en función del nivel de maduración de cada grupo podremos utilizar un tipo de actividades u otro, más o menos participativas, que aborden aspectos más personales o más generales, etc. Una página web a la que recurro bastante en busca de ideas es la de gerza.com, donde sin necesidad de darnos de alta podemos acceder a cientos de dinámicas organizadas por categorías en función de su finalidad.
Como muestra un botón, dejo el enlace a una de las dinámicas que utilizo y que encontré en la web de Gerza y que adapté para utilizarla con mis grupos. Esta dinámica en concreto la podemos utilizar con grupos que lleven funcionando juntos durante un tiempo. La actividad, tal y como yo la planteo, nos puede ayudar a testar el clima interno del grupo de manera rápida, ayudándonos a identificar posibles conflictos que permanezcan ocultos. Además “el circo” siempre es una buena escusa para hacer un ejercicio de perspectiva y comprobar como la percepción que yo tengo de mi mismo no suele coincidir con la forma en la que me ven los demás.

viernes, 18 de mayo de 2012

NUESTRO ENEMIGO ES NUESTRO MEJOR MAESTRO.

"El éxito o el fracaso no depende de las circunstancias sino de nuestra actitud ante ellas". Esta es una de las ideas que con mayor frecuencia se escucha durante las clases. El motivo es evidente: intento contrarrestar la poderosa influencia del pesimismo, el desánimo y la apatía que la actual situación laboral genera entre mis jóvenes alumnos. La reacción inmediata es cubrirse con el manto de las excusas y justificar su inacción con un “no vale la pena”. Por muy mal que estén las cosas, lo cierto es que siempre pueden empeorar, máxime si ante una situación complicada o un problema nuestra única opción es utilizar la técnica del avestruz, refugiarnos bajo la sábana y esperar a que escampe, esperar a que otros vengan a solucionarlo.

Sin embargo es frente a las adversidades cuando se conoce el verdadero valor de las personas. Dime la medida de tu adversario y te diré la grandeza de tu triunfo. Un ejemplo futbolero, ¿acaso el Real Madrid y el Barcelona no se necesitan mutuamente? Seguramente ninguno de los dos habría llegado a ser tan grande y poderoso sin la presencia de un rival de envergadura. Otro ejemplo deportivo: Todos los ciclistas son rápidos en las bajadas, pero se necesita un Tourmalet para marcar las diferencias en la clasificación general. Sin retos que afrontar, sin problemas a los que enfrentarnos nuestra capacidad de crecimiento se ve muy mermada. No se consiguen grandes cosas sentados desde el sofa del salón. La crisis es una putada, pero también es una gran oportunidad de aprendizaje. Alguién dijo una vez que las oportunidades siempre se nos presentan disfrazadas de problemas. Vivimos una etapa convulsa, dificil y problemática,... obligatoriamente también llena de oportunidades para aquellos que están dispuestos a intentarlo.

El aspecto positivo de las dificultades es que nos obligan a sacar lo mejor de nosotros mismos. La necesidad es la verdadera fuente de la motivación. La necesidad agudiza el ingenio. Los momentos de crisis, de pérdida del puesto de trabajo, de necesidades económicas, de dificultad,… son además de un duro revés, una oportunidad magnífica de poner en práctica todas nuestras potencialidades, que seguramente sin esa circunstancia,  nunca reuniríamos el valor para intentar.

Otra de las fantásticas historias que utilizo como herramienta de reflexión sobre el tema es la conocida historia de la zanahoria, el huevo y el café. El cuento dice así…

Un acólito preguntaba a su maestro acerca de la vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencido. Estaba cansado de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.

Su maestro, lo llevó a la cocina del monasterio. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra. El alumno esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su sabio maestro. A los veinte minutos apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente.

Mirando a su extrañado alumno le dijo: "¿qué ves?"

 -"Zanahorias, huevos y café" fue su respuesta.

Le hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. El aprendiz sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma y humildemente preguntó: "¿Qué significa esto?"

El maestro explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente.

La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café sin embargo eran únicos; después de estar en agua hirviendo, habían transformado al agua.

"¿Cual eres tú?", le preguntó. "Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?.

¡FELIZ REFLEXIÓN!

miércoles, 16 de mayo de 2012

LOS RETOS DE LA EDUCACIÓN 2.0

Cuando imaginamos o pensamos en el futuro, seguramente influenciados por las películas de ciencia ficción, tendemos a pensar que el imparable avance de la tecnología nos deparará un mañana donde las máquinas y la tecnología serán omnipresentes. Es incuestionable el desarrollo y la influencia de lo que se ha dado en llamar nuevas tecnologías en prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida, incluida la educación. Son muchos los que creen que la revolución de la formación vendrá de la mano de las nuevas tecnologías y su implantación progresiva en las aulas. De hecho uno de los nombres que con más fuerza se están utilizando para etiquetar a la formación del presente-futuro es el concepto de educación 2.0, tomado literalmente de la filosofía web 2.0.
 Quizás por miedo a quedarnos al margen o, por miedo a perder el tren de la modernidad, hemos incorporado el concepto a nuestro discurso tan rápido que a muchos no nos ha dado tiempo de saber qué significa o qué cambios supone el entrar en la era de la educación 2.0. Si buscamos en la red blogs de temática educativa encontraremos que un buen número de ellos, posiblemente más de la mitad, versan sobre las TIC; sobre herramientas, sobre experiencias de implantación, sobre materiales, sobre consejos de utilización,… y en cierta forma es lógico, ya que la Red es el hábitat natural de las nuevas tecnologías.
El diario El País publicó hace pocos días una entrevista con Richard Gerver, uno de los actuales gurús (¿aún se utiliza esta palabra?) de la educación,  aprovechando su estancia en España para participar en un congreso mundial sobre educación celebrado en abril en Madrid, cuyo título por cierto no puede ser más sugerente “El nuevo paradigma educativo: El viaje ha comenzado”. Enlazo las interesantes conclusiones de este congreso, que comparto en su mayor parte. El titular de la entrevista con Gerver que elige el periódico es una declaración de Richard en la que afirma “Es absurdo llenar las aulas de ordenadores”. Esto nos lleva a plantearnos ¿Cómo es posible que una de las voces más respetadas en el ámbito educativo, cuyo libro “Creando las escuelas de mañana hoy”, se considera una obra de referencia, cuyas declaraciones lo convierten en uno de los más firmes defensores de la apuesta tecnológica en las aula,  plantee semejante declaración tan,  aparentemente,  contradictoria?
Creo que Gerver, con el que comparto plenamente este planteamiento, lo que trata de poner sobre la mesa con esta afirmación es que el simple hecho de llenar un aula de ordenadores no va a convertir nuestra clase en una clase 2.0. La verdadera revolución de la educación, que seguramente vendrá posibilitada y facilitada por la tecnología, se producirá en el momento en que los profesores abandonen su papel de expertos para convertirse en facilitadores. Ya he comentado en varios foros mi opinión al respecto: Creo que las TIC suponen unas herramientas fantásticas, pero el quid de la cuestión está en qué uso, qué metodología, cómo vamos a utilizar las TICs en el aula. Podemos continuar anclados en un modelo 1.0 en un aula repleta de ordenadores, tabletas, pizarras digitales y libros electrónicos (ver video), y podría ser factible funcionar en modo 2.0 en una clase sin ordenadores ni herramientas TIC.


Sucede que, desde mi punto de vista, la escuela 2.0 supone ante todo un cambio metodológico. Un cambio basado en el supuesto de que el aprendizaje se construye  (no solo se transmite y reproduce) y, que para que se genere ese aprendizaje es necesaria la implicación de los profesores y de los alumnos. No se puede enseñar a la contra, no se puede remar contracorriente. No se puede enseñar sin la implicación de los alumnos. Además tenemos que dar por hecho que el aprendizaje es un proceso que se genera de manera constante y de manera inevitable, y no exclusivamente entre las cuatro paredes de un aula, o frente a la pantalla de un ordenador.
Educar 2.0 supone asumir que el alumno es el protagonista de su proceso educativo, que cada alumno interpreta y construye conocimiento a su manera y que ese conocimiento en muchos casos no puede ser detectado por unos estandarizados test de inteligencia, ni por unas pruebas excesivamente academicistas.
 Educar 2.0 supone dar la vuelta a la acción formativa en la que ya no se trata de que el maestro enseña y el alumno aprende, sino que toda la comunidad educativa contribuye para que fruto de estas sinergias el alumno (en mayor medida, y también el profesor) se transforme. Los profesores, poco a poco, deberemos ir abandonando el papel de expertos para convertirnos en facilitadores, en diseñadores de escenarios de aprendizaje (¡esta idea es alucinante!), en acompañantes, en consejeros,… Siempre nos habían dicho que para ser un buen maestro no bastaba con saber mucho sobre la materia, además tenías que saber explicarla, transmitirla. Yo creo que la competencia más demandada en los presente-futuros maestros es-será la de saber observar, saber escuchar y ser capaces de facilitar que el talento que se esconde dentro de nuestros alumnos florezca por sí mismo. Siguiendo un poco las ideas de Ken Robinson, no se trata tanto de meter contenidos, sino de sacar talento innato.
¡¡FELIZ REFLEXIÓN!!

lunes, 14 de mayo de 2012

PALABRAS QUE HIEREN Y PALABRAS QUE CURAN

No soy mucho de poner películas en clase. A veces pienso que se abusa de este recurso y que, no pocas veces, se convierte en la sufrida escusa para cubrir la falta de un profesor o solucionar cualquier imprevisto. Es una lástima, porque es innegable que el cine es un recurso didáctico formidable y que hay un buen puñado de películas brillantes e imprescindibles que todos deberíamos ver y reflexionar sobre su contenido. Sin embargo, con mi grupo de alumnos, es difícil encontrar una película que mantenga la atención y el interés durante las dos horas y pico de duración, y observar como poco a poco y disimuladamente se van acomodando hasta quedarse dormidos no es demasiado alentador. Mis alumnos, por supuesto, se apuntan rápidamente a la propuesta de ver una película, incluso tienen una larga lista de sugerencias, entre las que no suele faltar nunca “Ali G”, aunque creo que en temas cinematográficos no coincidimos ni en la temática ni en los objetivos de la actividad.
De todas formas, y como siempre hay excepciones que confirman la regla, con el tiempo he ido seleccionando algunas películas capaces de mantenerlos despiertos y sobre las que luego podemos trabajar en clase. Una de mis favoritas y que utilizó desde hace tiempo con todos mis grupos es “En busca de la felicidad” protagonizada por Will Smith. La película basada en la vida real de Chris Gadner, cuenta la lucha por la supervivencia y por sobreponerse a las adversidades de un padre de familia, que tras pasar por infinidad de dificultades que le llevaran a dormir en la calle y recurrir a comedores sociales, consigue un puesto de trabajo como agente de bolsa en una importante empresa. Es una emotiva historia de esfuerzo y superación que anima a perseguir los sueños y luchar por las cosas importantes.
La película tiene varios momentos especialmente provechosos didácticamente hablando. Uno de mis favoritos es la escena en la que padre e hijo están compartiendo canastas. Tras unos torpes lanzamientos por parte del pequeño, Chris intenta que su hijo no pierda el tiempo con algo que nunca se le va a dar bien. Al observar la reacción del chico se da cuenta de su error y rectifica dándole a su hijo un consejo que vale su peso en oro: “Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo,… ni siquiera yo”.


El consejo ofrecido por Will Smith en la película encierra una poderosa reflexión. Muchas veces las expectativas que nosotros tenemos sobre las cosas influyen en el resultado percibido. Pero ocurre también que las expectativas que otras personas depositan en nosotros ejercen una poderosa influencia, máxime cuando se trata de personas importantes para nosotros. He comprobado en muchas ocasiones como, a modo de profecía autocumplida, el otorgar un voto de confianza, el apostar decididamente por que un alumno será capaz de conseguir algo, ejerce un efecto motivador impresionante. Cuando notamos que alguien confía en nosotros de manera sincera, cree en nuestras posibilidades y apuesta por nosotros, redoblamos nuestros esfuerzos para no defraudarlo.  Somos seres sociales, necesitamos el afecto y la aprobación de los demás, y sus opiniones sobre nosotros pueden catapultarnos al éxito o resultar demoledoras.
A veces no somos conscientes de la influencia que como profesores o padres ejercemos. En ocasiones trasladamos nuestros miedos o nuestras dudas a los alumnos, o a nuestros propios hijos. Utilizamos adjetivos negativos y descalificativos con demasiada ligereza,  sin atender a las brutales consecuencias que nuestras palabras pueden provocar. Al igual que en la escena de la película un mal comentario (aunque tenga buena intención) puede tener un efecto desmotivador, devastador. Pero de la misma manera alabar, confiar, enfatizar los aspectos positivos en vez de los negativos, animar,… puede servir de rampa de lanzamiento para que alguien consiga todo lo que se proponga. Sucede un poco como con las noticias poco contrastadas que circulan por la red; aunque se trate de mentiras o medias verdades, a fuerza de repetirlas, a fuerza de escucharlas muchas veces, acaban por convertirse en realidad. Si a algún alumno lo masacramos continuamente desde la escuela y desde casa diciéndole que es un vago, que es un inútil, que no hace nada bien,… a fuerza de insistir conseguiremos que sea cierto. A veces las palabras son como pistolas cargadas.
Pero recordemos que esta norma funciona por igual en ambos sentidos.
¡¡¡FELIZ REFLEXIÓN!!!

viernes, 11 de mayo de 2012

APRENDER DE LOS CUENTOS

Recomiendo en la entrada de hoy uno de los libros más inspiradores y enriquecedores que conozco. El libro Aplícate el cuento (Editorial Amat) es una fantástica recopilación de pequeñas historias, cuentos y anécdotas que encierran, de la misma manera que las ostras, preciosos tesoros en su interior. El libro de Jaume Soler y Mercè Conangla recoge una cuidada selección de relatos que estimulan la reflexión sobre los aspectos importantes de la vida, sobre esos aspectos que los autores engloban bajo la etiqueta de Ecología Emocional.

A lo largo de anteriores entradas he venido defendiendo la necesidad de que la educación incluya entre sus contenidos la educación emocional y la educación en valores. El mundo de los cuentos supone una oportunidad magnífica para introducir estos temas en las aulas. Los cuentos, las parábolas, las fabulas, como las contenidas en este libro, suponen una herramienta preciosa para posibilitar la reflexión, el debate, el pensamiento crítico y el crecimiento personal en nuestros alumnos, dotándolos así de mecanismos eficaces para afrontar el futuro.

De la misma forma que el sabio Patronio aconsejaba al conde Lucanor ante las preocupaciones que lo atormentaban, de la misma manera que los animales de las fábulas de Samadiego o Esopo aprendían de sus errores, de la misma manera que Sherezade cautivaba al sultán con sus historias, podremos atrapar a nuestros alumnos en estas mágicas historias esperando que influyan en su forma de ser, esperando que los transforme en mejores personas, esperando que… se apliquen el cuento.

En concreto una de mis historias favoritas recogidas en el libro es la titulada “parábola de la educación”. Este breve texto condensa y describe como pocos la esencia del proceso educativo. El cuento dice así:

Iba un hombre caminando por el desierto cuando oyó una voz que le dijo: “Coge del suelo los guijarros que quieras, ponlos en tu bolsillo y mañana te sentirás, a la vez, triste y contento.”

Aquel hombre obedeció. Se inclinó, recogió un puñado de guijarros y se los metió en el bolsillo.

A la mañana siguiente vio que los guijarros se habían convertido en diamantes, rubíes y esmeraldas. Y se sintió feliz y triste. Feliz, por haber cogido guijarros; triste, por no haber cogido más. (*)

Como dijo Delors en su célebre declaración: "La educación es un tesoro". Sólo hace falta que nos demos cuenta a tiempo de ello.

* Texto reproducido con permiso de sus autores.

FELIZ REFLEXIÓN!

miércoles, 9 de mayo de 2012

SABIDURIA PARA AFRONTAR TIEMPOS DIFÍCILES

Es difícil entrar cada semana a clase con un grupo de alumnos que rondan los veinte años, pero continúan comportándose como si tuvieran diez. A veces creo que esconden sus miedos y sus dudas con respecto a su futuro más próximo parapetados tras las carpetas y las libretas que, de momento, les confieren el papel de estudiantes, de alumnos. Es difícil hablarles de temas laborales consciente de las pocas oportunidades que el mercado de trabajo les va a ofrecer en los próximos años. Con todo me prometí desde el principio que mi actitud con ellos iba a ser como la del médico que trata a un paciente aquejado de una grave enfermedad: Honesto con el diagnóstico y optimista con el tratamiento.

Uno de los temas sobre los que más debatimos en clase es sobre la actitud con la que hemos de enfrentar los tiempos difíciles que atravesamos. Una de las frases que más me gusta utilizar es la de Reinbold Niebuhr que dice “dame serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar, valor para cambiar las cosas que sí podemos y sabiduría para reconocer la diferencia”. Para mí es una descripción precisa del comportamiento y la actitud de una persona inteligente. En muchas ocasiones utilizamos cientos de excusas para justificar nuestra falta de ilusión, nuestro esfuerzo insuficiente, nuestra falta de oportunidades otorgando excesiva importancia a factores que quedan fuera de nuestro control. Es cierto que la tasa de desempleo juvenil es muy elevada, es cierto que el mercado laboral ofrece muy pocas oportunidades a jóvenes con poca experiencia y formación, pero esto no debe abocarme al desánimo y al victimismo. No se puede tirar la toalla sin haber peleado. Es necesario reunir el coraje suficiente y afrontar la situación desde el esfuerzo y la constancia, y con el convencimiento de que más pronto que tarde nuestro esfuerzo se verá recompensado.

Hay una frase muy conocida que dice que si un problema no tiene solución es inútil preocuparse. Cuando el problema si tiene solución, tampoco vale la pena preocuparse, ...lo que hay que hacer es ocuparse.
Llegados a este punto suelo utilizar uno de los videos más conocidos de la red sobre actitud. El video que enlazo en la parte final está ambientado en la India y representa una caótica situación producida por un atasco. Ante esta situación son muchos los que optan por quejarse, gritar, insultar o tocar con insistencia la bocina, contribuyendo así a aumentar el caos y la crispación. El atasco está provocado por un enorme árbol que se ha derrumbado en medio de la calzada impidiendo el paso de los vehículos. Junto al enorme y “problemático” árbol,  autoridades y expertos debaten sin parecer ponerse de acuerdo en la solución adecuada. Por si fuera poco una lluvia torrencial hace acto de presencia complicando aún más la situación.

Hasta aquí podríamos haber compuesto una metáfora bastante representativa de la situación actual. Frente al problema dos alternativas. Podemos observar el problema posicionándonos como perjudicados, como victimas que estamos sufriendo las consecuencias de una situación que no hemos provocado, podemos culpabilizar e insultar a los otros conductores o a los responsables por su torpeza a la hora de solucionar el problema o por su falta de previsión. Es decir podemos obcecarnos en conductas y actitudes que, lejos de acercarme a la resolución del conflicto, lo único que consiguen es aumentar mi irritación y mi desesperación. Actitudes que me instalan en el victimismo y justifican mi inacción.
Pero también podemos reunir el valor necesario y ACTUAR…

FELIZ REFLEXIÓN!!

lunes, 7 de mayo de 2012

APRENDER SUPONE NO VOLVER A COMETER LOS MISMOS ERRORES

Analizamos en clase el tema del fracaso escolar e intento conducir el debate hacia el análisis de las causas. Intento personalizar y les propongo a mis alumnos que piensen sobre los motivos, sobre las causas por las que no consiguieron finalizar los estudios obligatorios. Con todos los grupos, más pronto que tarde, acabo dedicando una clase a reflexionar sobre el tema. La dinámica suele derivar siempre de manera similar. Abundan las respuestas evasivas, la búsqueda de culpables externos, la justificación,… las circunstancias, las malas compañías, los profesores y sus manías,… el repertorio de excusas es bastante amplio. Si ordenáramos las causas a las que mis alumnos atribuyen su fracaso escolar en forma de ranking, de forma que quedaran ordenadas en función de su importancia, observaríamos como los primeros puestos estarían copados por causas externas,  mientras que los factores de tipo personal, que presuponen asumir su parte de responsabilidad en los resultados, quedarían relegados a las últimas posiciones.
Quizás funcione como un mecanismo de defensa que busca proteger nuestro amor propio. Percibimos la realidad de manera que justifique nuestros errores. Cuando algo no sale como esperábamos, rápidamente inventamos explicaciones plausibles para justificarnos o buscamos culpables a los que “encasquetarles el muerto”. Por el contrario, cuando algo sale bien rápidamente nos atribuimos el mérito y sacamos pecho. Y además nos empecinamos en nuestras razones y, como un hábil abogado defensor, desmontamos todos los argumentos en contra. Un amigo siempre dice que la razón es lo que mejor repartido está; todo el mundo cree que la tiene.
 Quizás esta forma de comportarnos sea una fórmula válida para proteger nuestra autoestima, aunque no está exenta de riesgos. No asumir la responsabilidad de los errores cometidos imposibilita aprender y rectificar y nos predispone a tropezar cientos de veces con la misma piedra. Perder la oportunidad de aprender de nuestros errores es un precio muy elevado que pocas personas pueden permitirse pagar.
Sin embargo este tipo de actitudes no solo se dan en las aulas, en realidad es una práctica bastante extendida. Últimamente la mayoría de las conversaciones que mantenemos con amigos, con compañeros, suelen acabar hablando de la crisis y sus consecuencias. En más de una ocasión el momento álgido del debate se produce en el punto de apuntar a los culpables y exigirles responsabilidades. Los políticos, los banqueros, los especuladores, los irresponsables que vivieron por encima de sus posibilidades, los que se hipotecaron hasta las cejas, los que… el listado de culpables es largo y sobran argumentos de peso para criminalizar a la mayoría. Es cierto que produce una tremenda indignación y rabia el observar como la mayoría de estos responsables “se marchan de rositas”,  sin asumir ninguna responsabilidad sobre sus decisiones.
Siendo todo esto cierto, y embarcados ya varios años en esta crisis con la que nos vamos acostumbrando a convivir, no cabría preguntarse ¿qué parte de responsabilidad tengo yo en esto?, ¿puedo decir que estoy completamente exento de culpa, que no tengo ni una mínima parte de responsabilidad en lo sucedido? ¿No estaré en cierta manera actuando como mis alumnos buscando culpables y excusas, justificándome para no tener que asumir responsabilidades y asumir el siempre más cómodo papel de víctima?
Puede que sea descabellado el planteamiento anterior, pero si en parte fuera cierto y no contemplara esa posibilidad me estaría negando la posibilidad de crecimiento fruto de aprender de los errores. Y cuando los errores son tan duros como estos, el aprendizaje que generan debe ser igual de generoso.
Para responder a esta cuestión enlazo la escena final de fantástica película algunos hombres buenos de Rob Reiner , (si alguien no la ha visto todavía mejor dejar de leer y anotar como tareas pendientes alquilar el DVD en el videoclub, es una gran historia). La película narra el juicio a dos marines acusados de asesinar a un compañero tras aplicarle lo que ellos llaman un “código rojo”. El teniente Kaffe, interpretado por Tom Cruise, es el encargado de la defensa de los marines y en una arriesgada maniobra decide llamar a declarar al coronel Jessep (Jack Nicholson) quien finalmente admite que fue él quien ordeno la acción. En esta parte final de la película se da a conocer el veredicto del jurado en el que los marines son declarados inocentes de los cargos de asesinato y conspiración, sin embargo se les declara culpables del delito de conducta impropia de un marine, por lo que son condenados a licenciarse con deshonor. En un primer momento los dos acusados no entienden el veredicto, pues para ellos ha quedado demostrada su inocencia y continúan pensando que no han hecho nada malo, tan sólo se han limitado a cumplir con su obligación. Finalmente uno de ellos se da cuenta de lo equivocados que estaban y asume que la condena es justa pues debieron haber actuado de manera distinta, incluso rebelándose ante una orden que atentaba contra un compañero más débil.
A veces nuestra responsabilidad parte de cosas que hacemos, pero también tenemos responsabilidad por aquellas cosas que no hacemos, que no evitamos. Creo que todos durante un tiempo jugamos a cerrar los ojos, a no querer ver y aunque no contribuyéramos directamente a inflar la burbuja, tampoco hicimos mucho por impedir que se produjera. Asumir nuestra pequeña parcela de culpa, entonar un pequeño y sincero “mea culpa” nos ofrece la posibilidad de aprender de los errores cometidos, y sólo así podremos estar seguros de haber aprendido la lección y evitar que en el futuro estas situaciones se vuelvan a producir.
FELIZ REFLEXIÓN!!

viernes, 4 de mayo de 2012

PREPARAR EL EQUIPAJE PARA VIAJAR AL FUTURO.

Educar es preparar para el futuro. Escuche una vez a alguien hablando al respecto en un acto de graduación de unos alumnos que finalizaban el bachillerato. En este discurso se comparaba el proceso formativo con los preparativos para iniciar un largo viaje. Los profesores, los maestros – decía la oradora – somos como esas madres (padres) preocupadas que atiborran la maleta de ropa de todo tipo siguiendo la lógica del “por si acaso”, del “más vale llevar y no necesitar, que necesitar y echar en falta”. Acababa su emotivo discurso la conferenciante deseando haber puesto en esa metafórica maleta las prendas adecuadas para el viaje que los alumnos recién graduados comenzaban.

Y en cierta manera esta me parece una comparación muy válida. Formarse es prepararse para el viaje del futuro, y ante un futuro cada vez más incierto, no sabemos muy bien que escoger, no sabemos que poner en esa maleta. Si no sabemos cómo será el mundo dentro de un par de años, ni mucho menos cómo será dentro de veinte, ¿qué hacemos?, ¿metemos un poco de todo por si acaso? Siempre podremos hacer como en aquel chiste en el que el dueño de un perro, cansado de escuchar como sus amigos presumían de los manjares que ofrecían a sus mascotas, acabó contestando: “yo al mío, le doy dinero para que se compre lo que quiera!”.

Como dicen algunos autores en los libros de autoayuda la mejor respuesta es una pregunta bien planteada. En mi opinión, la mejor respuesta siempre se encuentra entre las líneas de un buen cuento y para el tema de hoy elijo este…

Un hombre, todavía no muy mayor, le contaba a un amigo:

-Mi mayor preocupación fue siempre darles a mis hijos lo que yo nunca tuve. Quise que ellos pudieran disfrutar de todo aquello que a mí me hubiera gustado tener y no pude. Entonces comencé a trabajar catorce horas al día. Pronto no tenía ni sábados ni domingos, ni siquiera me planteaba el coger unos días de vacaciones. Trabajaba día y noche con el único fin de conseguir que a mis hijos no les faltara de nada.

-Y … ¿lo lograste?- preguntó el amigo.

- Claro que sí- contesto el hombre-: Yo nunca tuve un padre agobiado, hosco, de continuo mal humor, preocupado, lleno de angustias y ansiedades, sin tiempo para jugar conmigo o escucharme. Ese es el padre que yo les di a mis hijos. Ahora ellos tienen lo que yo no tuve.

FELIZ REFLEXIÓN!!

miércoles, 2 de mayo de 2012

EMPOWERMENT EDUCATIVO: UNA FÓRMULA DE MOTIVACIÓN.

Hace unos años, mientras realizaba un curso sobre gestión de recursos humanos, descubrí la gran cantidad de aspectos de gestión empresarial que son de aplicación en los programas formativos. Y no es de extrañar que sea así, al fin y al cabo, se trata de procesos bastante similares. Tanto en el mundo de la empresa como en el de la formación se habla de objetivos, de procesos, de planificación, de evaluación, de retroalimentación, de motivación,… y en ambos casos el factor humano (empleados o alumnos) es un elemento determinante para la consecución de los objetivos.
Para mí la principal diferencia que existe entre un proceso empresarial y uno formativo esta  en el destinatario de los beneficios. Mientras que en el mundo empresarial el que recibe los beneficios de la acción es el propietario de la empresa o sus accionistas, en el contexto formativo el beneficiario es el alumno. Siempre insisto a mis alumnos en este matiz: trabajáis en vuestro propio beneficio, no trabajáis para mí, soy yo el que trabaja para vosotros- les digo. Los alumnos son al mismo tiempo los clientes y los accionistas de esta empresa. Los profesores trabajamos para ellos, para su satisfacción y su provecho, ellos son los destinatarios del beneficio formativo,  aunque muchas veces parezca justo lo contrario. Siguiendo con la metáfora empresarial los profesores ejercemos el papel de jefes, de duros encargados, mientras que los alumnos representarían a esos malos trabajadores siempre pendientes de escaquearse cuando no está el jefe pendiente. Y si este modelo de relación empieza a ser anacrónico en el mundo de la empresa, en el contexto formativo es sencillamente un sinsentido.
Recuerdo especialmente uno de los conceptos de gestión empresarial, en los que nuestro profesor insistía con frecuencia, y que me parece tremendamente poderoso: el empowerment. Este concepto que no tiene una traducción concreta al castellano se podría traducir como empoderamiento o potenciación. El empowerment como concepto empresarial está basado en la delegación y consiste en otorgar mayor responsabilidad y poder de decisión a los empleados de modo que se involucren más en su trabajo y por tanto aumente su rendimiento y la calidad de su trabajo. Se podría decir que el empowerment es una técnica de motivación que persigue que los trabajadores “sientan los colores de su camiseta”, se sientan vinculados emocionalmente con la empresa, llevando su relación más allá del sueldo a cambio de trabajo.
 Durante cientos de años el dinero ha sido el principal motivador, si no el único, que intervenía en las relaciones laborales. Es cierto que todas las personas realizan su trabajo a cambio de una contraprestación económica, de hecho hay quien opina que si no fuera de esta forma no hablaríamos propiamente de trabajo. Pero también es evidente que además de dinero para cubrir nuestras necesidades más básicas de alimentación y seguridad, el trabajo también nos posibilita cubrir necesidades más elevadas de tipo social, de reconocimiento y de autorrealización. De hecho son muchos los autores que señalan que el trabajo es el mecanismo más importante de integración social, al mismo tiempo que su carencia es un peligroso generador de marginación y exclusión social.
La evolución del modelo industrializado ha ido provocando la pérdida de influencia de motivadores tipo externos (premios y castigos) en favor de los motivadores intrínsecos,  aunque esta afirmación estaría muy matizada por el tipo de tarea a realizar. Como norma con tareas más mecánicas  y simples funcionan bien los motivadores externos, mientras que para tareas más complejas, más creativas, se obtienen mejores resultados utilizando motivadores intrínsecos entre los que estaría el empowerment.
Volviendo al tema de la formación, es evidente que el aprendizaje es una tarea compleja, que requiere de la implicación del alumno. Nadie es capaz de aprender nada en contra de su voluntad. Por tanto la aplicación de motivadores externos (premios, castigos) tendrá un efecto muy limitado como motivadores para los alumnos. Es posible que tengan un efecto muy significativo a corto plazo, pero en el largo perderán su capacidad de influencia. A pesar de ello, la mayoría de los programas de refuerzo que se emplean en educación están basados en el tradicional modelo de burro y zanahoria. “Pórtate bien y conseguirás una estrella dorada”; “Deja de molestar o acabarás en el despacho del director”. Este modelo de gestión, propio de un modelo industrial, otorga al profesor el papel de supervisor de la cadena de producción, de vigilante como el perro del pastor encargado de controlar las ovejas del rebaño. Un indicador de este modelo sería que cuando el profesor (el supervisor) desaparece del aula el ritmo de trabajo desciende considerablemente (escaqueo).
Creo que es completamente necesario introducir un cambio en el modelo basado en la utilización de motivadores intrínsecos en el proceso formativo, y esto pasa básicamente por aplicar la técnica del empowerment en las aulas. En este contexto la expresión “empoderar a los alumnos” me parece adecuada. Hay que dar el protagonismo a los alumnos, darles voz y capacidad de decisión, posibilitar metodologías distintas para alumnos con capacidades distintas, implicarles en el proceso de forma que asuman la responsabilidad de los resultados. Este contexto modifica las funciones tradicionales del profesor (explicar y vigilar), ahora el profesor se convierte en un facilitador, en un animador, en un diseñador de situaciones de aprendizaje. El objetivo del formador no es el de “introducir” conocimientos nuevos en el alumno, sino que, como dice Santiago Álvarez de Mon, la educación consiste en extraer el talento que el educando atesora en su interior.
Enlazo integra la genial conferencia de Daniel Pink en TED sobre motivación. Aunque su argumentación está basada en criterios empresariales, creo que sus conclusiones son tremendamente aplicables en el ámbito educativo. Sus tres líneas maestras: autonomía, maestría y propósito son un magnifico soporte para diseñar un modelo formativo eficaz. ¿Acaso existe alguna tarea más creativa, inspiradora y emocionante que soñar nuestro propio futuro?


FELIZ REFLEXIÓN!!

martes, 1 de mayo de 2012

TEN CUIDADO CON LO QUE DESEAS PORQUE PUEDE HACERSE REALIDAD

¿Cuántas veces hemos pensado qué haríamos si nos tocará una cantidad importante de dinero? ¿Cuántas veces nos hemos planteado cómo nos cambiaría la vida y cómo nos sentiríamos al recibir la noticia de que, en un instante, nos convertimos en millonarios? La mayoría de nosotros nos hemos formulado esta suposición en varias ocasiones. ¿Qué compraríamos? ¿Dejaríamos de trabajar? ¿Ayudaríamos a alguien? ¿Guardaríamos algo para el futuro? ¿A dónde viajaríamos? ¿Montaríamos nuestro propio negocio?... Las preguntas se agolpan a cientos en nuestra mente al imaginar esta posibilidad.
Les planteo a mis alumnos esta opción: ¿Qué haríais si os tocara un premio importante en un sorteo de lotería? Las primeras preguntas sirven para clarificar dudas: ¿De cuánto estamos hablando? ¿Qué cantidad es para ti un “premio importante”?, comentan recelosos. No vamos a escatimar en gastos, pongamos que hablamos de varios millones de euros. La palabra millones, en plural, nos coloca en otra dimensión. Estamos hablando el mismo idioma, esta es realmente una cantidad “importante” para todos. Estalla la euforia y todos empiezan a hablar al mismo tiempo. Tras unos pocos minutos consigo retomar el control y les pido que contesten a la pregunta por escrito. ¿Qué harían con varios millones de euros en el bolsillo? Todos comienzan a escribir con una sonrisa en los labios.
Ponemos en común las respuestas y las comentamos. Las opciones son dispares, algunas realmente disparatadas (¿¿me compraría una discoteca??).  En todo caso sus respuestas son acordes a su forma de ser más o menos impulsiva. La mayoría plantea hacer dos partes con el dinero: Una para gastarla en algún capricho, otra para guardarla para vivir sin preocupaciones en el futuro. Varios comentan que no dejarían de trabajar.
Comentamos algunas imágenes del programa  Comando Actualidad “Golpe de suerte” en el que se recogen testimonios de personas que fueron agraciadas con premios importantes y cuentan como les cambio la vida. La mayoría utilizó el dinero para pagar deudas, “tapar agujeros” y darse algún capricho en forma de coches, casas o viajes. La mayoría optaron por aprovechar su fortuna para vivir de manera más tranquila y sin agobios, aunque también hay para quien el día que le tocó la lotería se convirtió en el principio del fin.
Les cuento la historia de Michael Carroll, un inglés al que con 19 años le tocaron 11 millones de euros en la lotería. Michael tardó ocho años en gastarse todo el dinero del premio realizando inversiones descabelladas y alimentando todo tipo de vicios. El afortunado ganador fue abandonado por su mujer y su hija al poco tiempo y tras realizar varios delitos pasó varios meses en la cárcel. Durante un tiempo después de dilapidar el dinero, se dedicó a vender su “experiencia vital” por varios programas de televisión y concedió entrevistas a varias revistas sensacionalistas. Agotado el morbo que despertaban sus hazañas pasó a subsistir de una mínima pensión por desempleo que recibe del Estado. Cuentan que llegado a este punto Michael dijo “la fiesta se ha terminado, es hora de volver a la realidad”.
Utilizo el caso de Michael para enzarzarme en un debate con mis alumnos. Vuelvo a la provocación: ¿Acaso lo que hizo Carroll no es lo que desearíais hacer la mayoría de vosotros? ¿No podríamos considerar a Carroll como un ejemplo, una persona que sabe vivir la vida intensamente, alguien que sabe aplicar aquello de “vive intensamente cada día como si fuera el último”, una especie de “carpe diem” aplicado hasta las últimas consecuencias? Piso el acelerador de la provocación: ¿Acaso Carroll no se comportó como hacéis vosotros cada fin de semana, con la diferencia de que su “finde” duró ocho años?...
 Quizás sea cierto aquello de que lo que fácil se consigue, fácil se pierde. Reflexionamos sobre la importancia de tener los pies en el suelo, sobre lo importante de actuar a corto plazo pero sin perder de vista el futuro, sobre la importancia de pensar en las consecuencias de nuestras decisiones. Recordando la conocida fábula: Ni cigarras ni hormigas, quizás mejor una mezcla de las dos.
Aprovecho la historia de Michael para plantear otros interesantes debates. ¿Qué nos parece el tema de las apariciones televisivas de Michael? ¿Qué pensamos de que este tipo de personajes inunden las programaciones, y que además consigan elevados porcentajes de audiencia? Una última reflexión que enfrenta los conceptos de legalidad y moralidad: ¿Qué nos parece que Michael tenga derecho a percibir una ayuda estatal al estar en situación de desempleo?
Dejo como enlaces los materiales impresos que utilizo en clase al plantear esta actividad: El artículo periodístico que recoge la historia de Michael por una parte, y también la hoja con las preguntas que utilizo para centrar el debate “Michael Carroll: ¿Héroe o villano?”

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