jueves, 27 de septiembre de 2012

DUEÑOS DE NUESTRO DESTINO

La película Invictus, protagonizada por Morgan Freeman, cuenta los primeros meses tras la llegada al poder de Nelson Mandela en Sudáfrica. Evidentemente tiempos complicados y de grandes cambios, que tuvieron la fortuna de ser liderados por un gran hombre, por un visionario.

La película toma su nombre de un poema que acompañó a Mandela en sus muchos años de cautiverio. De hecho una de las escenas más emotivas es cuando Matt Damon, que interpreta al capitán del equipo de rugbi local, visita la celda del famoso preso 466, en Robben Island. Mientras permanece en la celda intenta imaginar la dureza y la crueldad, las humillaciones y la impotencia que tuvo que sufrir Mandela durante cada uno de los días y las noches de los 17 años que habitó ese miserable espacio. Durante la escena escuchamos de fondo el poema invictus de William Ernest Henley, texto que, según cuentan, mantuvo Mandela escrito en un pequeño trozo de papel como una de sus pocas pertenencias durante su cautiverio, y que utilizó como tabla de salvación para sobrellevar su larga e injusta condena.

El breve texto del poema atesora posiblemente la esencia de uno de los mayores descubrimientos de la humanidad: el sentido de nuestra existencia. El poema, según parece escrito desde la cama de un hospital, resalta la experiencia vital de su autor. Henley, aquejado de tuberculosis en los huesos, sufrió la amputación de una pierna con tan solo 12 años, y vivió una vida difícil en la que constantemente tuvo que sobreponerse a la enfermedad. A pesar de las circunstancias adversas, tanto Henley como el propio Mandela, supieron encontrar la forma de superar las adversidades y vivir una vida plena y digna. El secreto de sus vidas fue saberse en todo momento dueños de su destino, dueños de sus decisiones más allá de la adversidad y las dificultades. La grandeza de las personas se mide por el tamaño de las dificultades a las que se enfrentan, y sin duda ambos son personas de tallaje XXL.

Su ejemplo y su experiencia, son hoy, en tiempos de cambio, de desconcierto y de incertidumbre un magnifico espejo en el que mirarse. No importa lo duras que sean las circunstancias, a diferencia de lo que creyeron egipcios, griegos o romanos, no son los dioses los que dictan nuestro destino, no somos esclavos ni de las circunstancias ni de la suerte, sino que el hombre, por encima de todo, es siempre dueño de su destino, “capitán de su alma”. Y eso es algo que nadie nos podrá arrebatar, salvo que, víctimas de la apatía, nosotros claudiquemos y entreguemos nuestra dignidad.

También lo apuntó Viktor Frankl en su imprescindible “el hombre en busca de sentido”, obra en la que cuenta su experiencia en los campos de concentración nazis. Incluso en esas desgarradoras circunstancias- dice Frankl- …“cada hombre guarda la libertad interior de decidir quién quiere ser. (…) Y es precisamente esa libertad interior la que nadie nos puede arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un sentido.”

Por negro que se nos presente el futuro, por imposibles que nos parezcan los obstáculos que tengamos que superar, mientras nos sintamos dueños de nuestro tiempo, dueños de nuestras decisiones y dueños de nuestro destino, continuaremos siendo invencibles. Porque sólo se fracasa cuando se renuncia en el empeño.


Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

¡FELIZ REFLEXIÓN!

martes, 25 de septiembre de 2012

DUEÑOS DE NUESTRAS DECISIONES

La vida es una suma constante de decisiones. Diariamente nos enfrentamos, consciente o inconscientemente, a cientos de situaciones en las que tenemos que elegir entre varias opciones. Algunas son tan triviales como elegir entre azúcar y sacarina para nuestro café, o qué plato vamos a escoger del menú del restaurante. Otras, sin embargo son más trascendentales: decidimos qué estudios vamos a realizar, cuántos hijos vamos a tener, dónde vamos a vivir,… En determinados momentos escoger una u otra opción nos cambiará la vida por completo. Es como uno de esos libros de cuentos, tan de moda hace unos años, en los que al acabar un capítulo te preguntaban que querías que hiciese el protagonista, qué camino iba a tomar. Si por ejemplo escogías enfrentarse al dragón, entonces debías avanzar hasta la página 56, si por el contrario tu elección era buscar el consejo del mago, debías continuar tu lectura en la página 64. Al final asumías cierta responsabilidad sobre el destino del protagonista y sobre el final, más o menos feliz, de la historia. El problema es que en la vida real las decisiones no siempre vienen planteadas en formato ABC, ni se nos presentan en una carta de menú del día junto a un servicial camarero dispuesto a tomar nota de nuestro pedido.

Orientar es en última instancia ayudar en este proceso de toma de decisiones. Ayudar a anticipar y sopesar las consecuencias de nuestras elecciones, para intentar tomar en cada momento el camino que más nos convenga. Ser conscientes de las implicaciones que conllevan estas decisiones, al tiempo que coherentes con nuestra elección, supone, sin duda, uno de los aprendizajes más necesarios e importantes de nuestra vida. La tan ansiada y buscada felicidad se sustenta en buena medida sobre esta idea.

Durante cientos de años, el tomar una decisión con respecto a nuestro futuro laboral fue una cosa sencilla. Los jóvenes se dedicaban mayoritariamente a la misma profesión que habían desempeñado sus padres, quienes además se convertían en los cicerones que les mostraban los secretos del oficio, transmitiéndose de esta forma el particular “know how” (o las recetas de la abuela) de cada familia de padres a hijos.

Sin embargo en la actualidad, la mayoría de los jóvenes, de los países occidentales al menos, tienen la oportunidad de escoger entre miles de ocupaciones distintas, con sus correspondientes itinerarios formativos. Tienen la opción de ser lo que quieran. Esta afirmación, al estilo “sueño americano”, parece ser el máximo exponente de una sociedad moderna, libre y democrática. Sin embargo, tras las evidentes ventajas de este infinito abanico de posibilidades, también encontramos algunos serios inconvenientes.

Defiende Barry Schwartz en su libro “Por qué más es menos: la teoría de la abundancia”, que el disponer de excesivas alternativas entre las que elegir no siempre es positivo, ya que en muchos casos estas situaciones lo que provocan son reacciones de parálisis y sentimientos de insatisfacción.  ¿Cómo puedo saber que entre tantas opciones estoy escogiendo la adecuada?, ¿Cómo puedo estar seguro de que mi elección es la correcta?, ¿Por qué no elegiría X en vez de haber elegido B?

El disponer de un número abundante de alternativas complica de manera exponencial nuestro proceso de toma de decisiones. Según explica Schwartz, al aumentar las posibilidades de elección, también aumentan nuestras expectativas con respecto a que seremos capaces de encontrar una opción que ajuste a la perfección con nuestras necesidades. Ello provocará, con independencia del resultado obtenido, que siempre nos acompañe cierto grado de duda e insatisfacción con la opción escogida. ¿Cómo podemos estar seguros de que escogimos la mejor opción? Sencillamente, no podemos.

Otro de los elementos que influye en este proceso, es lo que en economía se denomina coste de oportunidad. Tomar una decisión, escoger un camino, supone por defecto, asumir que hay un montón de caminos que no se van a recorrer. Al decantarnos por una de las opciones, inmediatamente florecerán las añoranzas de los aspectos positivos (o que creemos positivos) de todas las opciones que descartamos. La duda y la culpa florecen en el terreno abonado de los “si hubiera…”

En una situación con pocas alternativas, al enfrentarnos a un posible fracaso, siempre podemos encontrar culpables: “no tenía más opción”, “elegí del mal el menos”. Pero en una situación con cientos, con miles de posibilidades, frente a una mala elección nos quedamos solos ante el peligro: “¡qué estúpido fui!, ¡¡con tantas opciones como tenía!!”

Es por ello que, puesto que tenemos la suerte de vivir en la sociedad de la abundancia y de las posibilidades, tenemos que ser conscientes y responsables de nuestras decisiones, valorar las consecuencias de nuestras elecciones, no sólo a corto plazo, sino sobre todo a largo plazo y, una vez tomada la decisión, ser consecuentes y perseverantes con ella. Sólo siendo dueños de nuestras decisiones podremos caminar por el sendero de la felicidad.




¡FELIZ REFLEXIÓN!

jueves, 20 de septiembre de 2012

DUEÑOS DE NUESTRO TIEMPO

Me encanta la nueva campaña que ha lanzado la FAD para concienciar sobre el consumo de alcohol entre los jóvenes. La campaña parte del dato de que los jóvenes españoles dedican como media 144 horas al consumo de alcohol durante los meses de verano. Partiendo de aquí la FAD lanza una propuesta tremendamente poderosa: ¿qué ocurriría si ese tiempo lo dedicásemos a otra cosa? Esta es su particular invitación, su provocación, su puerta entreabierta al cambio.

En concreto la campaña utiliza como ejemplo a Pablo, un joven de 21 años, al que le proponen la experiencia de convertir sus 144 horas de teórico consumo en un curso para aprender surf desde cero. Aquí arranca la propuesta olasxcopas cuyos resultados pueden verse en la web 144horas.com.

Me gusta la campaña no tanto por lo que dice sino por lo que insinúa. En el fondo, la propuesta de la FAD encierra el mensaje de que si continuas haciendo siempre lo mismo (en este caso beber), los resultados que obtengas serán siempre los mismos (borrachera, sensación de pérdida de tiempo, apatía, etc.), pero si te planteas intentar algo distinto (aprender surf o lo que sea)… entonces… entonces te adentras en un mundo mágico lleno de posibilidades, donde el futuro se convierte en un libro con todas sus páginas en blanco.

Me gusta porque me parece una fórmula potente para desmantelar excusas: Es que no tengo tiempo, es que es muy difícil, es que yo no valgo, es que yo soy así,… toda esta palabrería se viene abajo observando el ejemplo de Pablo, que nos demuestra que dedicándole unas pocas horas a la semana podemos conseguir casi cualquier cosa que nos propongamos. Es cuestión de decisión y de voluntad. Cada uno es responsable de sus propias decisiones y de cómo emplea su tiempo. Tenemos que ser conscientes de que en el momento de tomar una decisión elegimos no sólo lo que vamos a hacer, sino también lo que  vamos a dejar de hacer, lo que descartamos. Como muy bien recalca el lema de la FAD “el tiempo que le dedicas al alcohol, se lo quitas a todo lo demás”. Y esta afirmación es válida para muchos ámbitos de la vida.

Estos días los periódicos vuelven a hacerse eco del alarmante aumento en España de los jóvenes que ni estudian-ni trabajan, a tenor de la publicación de un reciente informe de la OCDE. En mi cabeza se mezclan ambas noticias: ¿No podríamos iniciar una campaña para invitar a estos jóvenes a que dediquen 144 horas a aprender algo desde cero? No importa el qué, lo que sea: punto de cruz, encaje de bolillos, malabares, papiroflexia, cocinar con queso de Burgos, construir catedrales con palillos,... Porque al final lo importante es disfrutar la experiencia, valorar el esfuerzo realizado, sentirse satisfecho con los logros conseguidos, apreciar la oportunidad y valorar el tiempo, cada uno de los minutos de esas 144 horas como algo valioso. El poso que dejan estas experiencias es que uno es dueño de su tiempo y responsable de sus decisiones, previene de caer en el victimismo y la apatía y nos proporciona la oportunidad de coger las riendas de nuestra vida.

No escoger, no decidir, dejarse llevar por las circunstancias, es también una elección. Instalarse en el victimismo, en el desencanto, en la parálisis, en el “ninismo”, supone también una elección personal. Quizá la peor de las elecciones posibles, porque supone dejar nuestro futuro en manos de la suerte o de otras personas. Si rechazamos ser dueños de nuestro tiempo y nuestras decisiones, si rechazamos ser protagonistas de nuestras vidas, otros estarán encantados de aprovechar las oportunidades que nosotros dejamos pasar. “Fracasar es dejar de intentarlo” les recalco continuamente a mis alumnos, e intento que se agarren al tablón de sus estudios para mantenerse a flote, para mantenerse dueños de su tiempo y responsables de sus decisiones.

Detrás de cualquier proceso de aprendizaje, como el de Pablo, encontramos una oportunidad de aumentar nuestra autoestima, de sentirnos poderosos, orgullosos de nuestros logros. No es sólo lo que aprendemos, es sobre todo como nos sentimos. En el país de los “ninis” necesitamos urgentemente “cursos de surf”, experiencias y ejemplos que les enseñen a nuestros jóvenes a cabalgar sobre las olas de su futuro.



¡FELIZ REFLEXIÓN! 

lunes, 17 de septiembre de 2012

¡ACUERDATE DE BAJAR EL BRAZO!

Decía el profesor Seligman en uno de sus libros que cuando nos enfrentamos a una dificultad las mujeres y los hombres no reaccionamos de la misma manera: “mientras que las mujeres se centran en encontrar las causas, los hombres se emborrachan”. Esta es una de las razones por las que, según Seligman las depresiones afectan en mayor medida a las mujeres que a los hombres. Mientras que las mujeres permanecen ancladas durante mucho tiempo, tratando de averiguar qué es lo que hicieron mal, los hombres directamente pasan a la acción, se olvidan y “… a otra cosa mariposa”. Los hombres somos mucho más simples que las mujeres, y esto alguna ventaja tenía que tener.

Seligman explica esta diferencia basándose en el concepto de rumiación. La rumiación describe el fenómeno por medio del cual algunos pensamientos, generalmente negativos, vuelven a acudir a nuestra mente de manera reiterada hasta convertirse casi en obsesivos. Este fenómeno de la rumiación se observa en mayor medida entre las mujeres que entre los hombres y, cuando se da junto con otras variables, puede provocar que un imprevisto o un simple contratiempo se conviertan en la gota que llena el vaso y lo desborde convertida en depresión.

Como dijo alguien muy acertadamente (¿Aristóteles?), en el término medio se encuentra la virtud. Es evidente que ninguno de los dos extremos (la rumiación o “el alcoholismo”) son recomendables, ni saludables. ¿No sería interesante que existiera un curso que se llamara “aprenda a preocuparse de manera saludable”?, es decir, preocuparse en su justa medida, sin pasarse (rumiación), ni quedarse corto (pasotismo).

Hablando de vasos llenos de agua recuerdo una preciosa historia que tiene como protagonistas a un profesor y a un vaso lleno de agua, y que casualmente… viene a cuento.

Un profesor empezó su clase sosteniendo un vaso de agua. Lo levanto y pregunto a la clase, ¿cuánto creen que puede pesar este vaso de agua?

- 50 gr, 100 gr, 125 gr.... respondieron los estudiantes.

- Realmente no puedo saberlo hasta pesarlo- dijo el profesor - pero mi pregunta es: ¿Qué puede pasar si lo sostengo durante un minuto?

- Nada, dijeron los estudiantes un tanto extrañados.

- De acuerdo, pero ¿que podría pasar si lo sostengo media hora? – preguntó el profesor.

- Su brazo podría dolerle - dijo uno de los estudiantes.

- Sí es posible - dijo el profesor - ahora ¿qué pasaría si lo sostengo en alto durante todo un día?

- Su brazo se entumecerá, quizá tenga stress muscular y parálisis, y seguro que tendría que verlo un medico!! - Dijo otro estudiante y todos rieron.

- Sí es posible, pero en ese tiempo… ¿el peso del vaso ha cambiado?, volvió a preguntar el profesor.

No - fue la respuesta.

- Entonces ¿qué causa que el brazo duela y que el músculo se estrese?

Los estudiantes estaban sorprendidos, no entendían lo que estaba pasando.

-¿Qué debo hacer ahora para que se me quite el dolor? - pregunto nuevamente el profesor.

- ¡¡¡¡Baje el vaso!!!! - Dijo uno de los estudiantes.

- ¡¡Exactamente!! - Dijo el profesor. Los problemas de la vida son como eso. Mantenlo pocos minutos en tu cabeza y estarán bien. Piensa en ellos un largo tiempo y empezaran a doler. Mantenlos más tiempo y empezaran a paralizarte. No serás capaz de reaccionar.

Es importante el pensar en los retos y problemas en tu vida, pero más importante es saber bajarlos al final de cada día antes de ir a dormir, de esa manera no tendrás stress, despertaras bien cada día y manejarás cualquier reto o situación que se presente en tu camino!!!

¡FELIZ REFLEXIÓN!

viernes, 14 de septiembre de 2012

LAS BASES DE LA NUEVA EDUCACIÓN

El pasado mes de agosto se estrenó el documental argentino “la educación prohibida”. Aunque desde hace bastante tiempo ya circulaban por la red varios videos a modo de aperitivo, desde mediados del mes pasado se puede ver el documental completo. La película acierta a la hora de mostrar muchos de los problemas y las carencias que tiene el actual sistema educativo y se convierte así en un documento de reflexión imprescindible para todos aquellos interesados en el mundo educativo (profesores, políticos, padres y alumnos).
La película a la que se le puede reprochar su excesiva duración (cerca de 2 horas y media), y su enfoque excesivamente parcial y sesgado, es un conjunto de testimonios y opiniones de diferentes profesionales del mundo educativo. Utilizando una metáfora médica, desde mi punto de vista el documental presenta un muy acertado diagnóstico, aunque un difuso tratamiento.
Siguiendo con el símil sanitario, la educación actual está aquejada de graves dolencias. Esta afirmación cada vez nos extraña menos, cada vez son más los autores que alzan su voz crítica contra el actual sistema educativo,  tachándolo de obsoleto y desfasado en el mejor de los casos, e incluso de contraproducente y nocivo. ¿Cómo si no se pueden calificar las opiniones de Ken Robinson cuando dice que “las escuelas matan la creatividad”?
Durante cientos de años creímos en la utopía de que la educación era la palanca capaz de mover y cambiar el mundo, de transformarlo y hacerlo más justo (“la educación os hará libres”).  Sin embargo,  la realidad nos mostró una educación acomodada, aburguesada, poco revolucionaria y que prefiere apostar por el camino fácil y sin sobresaltos. ¿Cómo explicar sino que esta sea una de las actividades humanas que menos ha cambiado con el paso del tiempo? La educación ha servido las más de las veces como instrumento de control al servicio de las necesidades políticas y económicas de cada sociedad, más que como elemento de cambio y evolución. Así la educación se entiende más como instrucción, como adiestramiento y menos como proceso formativo integral.  La educación así entendida es más consecuencia que causa.
El sistema educativo debe asumir las responsabilidades derivadas, no sólo de los elevados índices de fracaso escolar de los alumnos que abandonan el sistema sin haber superado los contenidos mínimos, sino también del cada vez más creciente porcentaje de descontento y de frustración entre los alumnos que sí finalizaron con éxito sus estudios y que ahora se sienten estafados y engañados al no encontrar una rentabilidad al esfuerzo realizado. La consabida premisa del “estudia para ser alguien en la vida, para tener un buen trabajo”, que nos empujó a tantos por la pirámide educativa empieza a hacer aguas por todos los costados. La pregunta flota en el aire: ¿cuál es la utilidad de la mayoría de los contenidos que aprendemos (memorizamos) en la escuela? ¿Para qué sirven?
Una de las ideas más contundentes del documental es la descripción que realiza uno de los protagonistas al definir la educación como el espacio en el que el mapa remplaza al territorio. Esta definición utiliza una de las ideas básicas de la PNL donde el mapa es la representación que hacemos de la realidad y el territorio es la realidad misma (ya comente esta idea en el blog). Así entendida la educación se convierte en una entelequia, en un mundo paralelo, en una ficción alejada de la realidad. Lo que aprendemos en la escuela, lo que reflejamos en los boletines de notas y medimos con los estandarizados tests de inteligencia, sólo tiene validez en el mundo educativo, sólo es predictor de nuestro éxito académico, pero poco o nada tiene que decir con respecto a nuestro éxito en la vida real. ¿Hasta qué punto esto no es una estafa?
La sociedad cambia a pasos agigantados y obliga al sistema educativo a redefinirse y reinventarse. La educación de la próxima década tendrá poco que ver con la que ahora conocemos. La revolución ya ha comenzado y es imparable.  Cada sociedad necesita de un modelo educativo propio, y la nueva sociedad ya no requiere de estandarización y homogenización, sino de originalidad y talento. El cambio es inevitable, la lástima es que no hayamos sido capaces de anticiparnos y generarlo desde dentro. De todas formas tendremos la suerte de vivir unos años intensos en los que la educación renacerá, se reinventará. Lo que esta nueva educación se plantee está en nuestra mano y, “la educación prohibida” es un magnifico conjunto de propuestas e ideas.
Finalizó la entrada de hoy invitando a ver el documental completo, desde la reflexión y desde la crítica, y proponiendo una de las frases citadas en el documento como semilla de esta nueva educación: “Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas” Paulo Freire.


¡FELIZ REFLEXIÓN!

martes, 11 de septiembre de 2012

EL BIGOTE DEL TIGRE (*)

Un día, una mujer joven llamada Yun Ok fue a buscar a un gran y sabio ermitaño que vivía en una montaña para pedirle ayuda. El ermitaño era un mago muy sabio que sabía de conjuros y pociones mágicas.

Cuando Yun Ok entró en su casa, el ermitaño, sin levantar los ojos de la chimenea que estaba mirando, dijo: -¿Por qué has venido?

Yun Ok respondió: -Oh, Gran Sabio. Necesito tu ayuda, estoy desesperada. ¡Hazme una poción! Maestro -insistió Yun Ok-, si no me ayudas, estaré verdaderamente perdida.

-Bueno, ¿cuál es tu problema? -dijo el ermitaño

-Se trata de mi futuro -comenzó Yun Ok-. Desde hace unos años mi país está sufriendo una crisis terrible. He visto como mis vecinos perdían sus puestos de trabajo e incluso eran desalojados de sus casas. He visto gente mendigar por las calles y rebuscar algo de comida entre las basuras. Tengo miedo, no sé qué hacer. Me angustia pensar que pronto yo pueda estar en esa misma situación.

- Es difícil saber lo que el futuro nos tiene reservado. Lo que le ocurra a tus vecinos o amigos no necesariamente te tiene que ocurrir a ti –dijo el ermitaño.

-Por favor, quiero una poción que me de tranquilidad, que me libere de mis miedos y angustias, que me de confianza y seguridad en el futuro, que me ayude a recobrar la esperanza.

-Muy bien, vuelve en tres días y te diré qué nos hará falta para esa poción.

Yun Ok volvió tres días más tarde

-Lo he pensado -le dijo-. Puedo hacer tu poción. Pero el ingrediente principal es el bigote de un tigre vivo. Tráeme su bigote y te daré lo que necesitas.

-¡El bigote de un tigre vivo! -exclamó Yun Ok-. ¿Cómo haré para conseguirlo?

-La poción que me pides es en verdad difícil de conseguir. Si es tan importante para ti te garantizo que obtendrás el éxito. Pero necesito que me traigas este ingrediente, es irremplazable -dijo el ermitaño. Y apartó la cabeza, sin más deseos de hablar.

Yun Ok se marchó a su casa. Pensó mucho en cómo conseguiría el bigote del tigre. Al fin se le ocurrió, y una noche salió de su casa con un plato de arroz y salsa de carne en la mano. Fue al lugar de la montaña donde sabía que vivía el tigre.

Sin acercarse mucho a la cueva donde vivía, extendió el plato de comida, llamando al tigre para que viniera a comer, pero esa noche el tigre no vino.

A la noche siguiente Yun Ok volvió a la montaña, esta vez un poco más cerca de la cueva. De nuevo ofreció al tigre un plato de comida.

Así continuó todas las noches, acercándose cada vez más a la cueva, cada vez unos pasos más. Poco a poco el tigre se acostumbró a verla allí.

Una noche, Yun Ok se acercó a pocos pasos de la cueva del tigre. Esta vez el animal dio unos pasos hacia ella y se detuvo. Los dos quedaron mirándose bajo la luna. Lo mismo ocurrió a la noche siguiente, y esta vez estaban tan cerca que Yun Ok pudo hablar al tigre con una voz suave y tranquilizadora.

La noche siguiente, después de mirar con cuidado los ojos de Yun Ok, el tigre comió los alimentos que ella le ofrecía. Después de eso, cuando Yun Ok iba por las noches, encontraba al tigre esperándola en el camino.

Cuando el tigre había comido, Yun Ok podía acariciarle suavemente la cabeza con la mano. Casi seis meses habían pasado desde la noche de su primera visita. Al final, una noche, después de acariciar la cabeza del animal, Yun Ok dijo: -Oh, Tigre, animal generoso, es preciso que tenga uno de tus bigotes. ¡No te enfades conmigo! Y le arrancó uno de los bigotes.

El tigre no se enfado, como ella temía. Yun Ok bajó por el camino, no caminando sino corriendo, con el bigote aferrado fuertemente en la mano.

Loca de contenta, subió a la montaña para ver al ermitaño. Apenas había amanecido cuando llegó: - ¡Lo tengo! ¡Tengo el bigote del tigre! Ahora puedes hacer la poción que me prometiste para poder librarme de mis miedos y preocupaciones.

El ermitaño tomó el bigote y lo examinó. Satisfecho, pues realmente era de tigre, se inclinó hacia adelante y lo dejó caer en el fuego que ardía en su chimenea.

-¡Oh señor! -gritó la joven mujer, angustiada- ¡Qué has hecho con el bigote! ¿Por qué lo has tirado al fuego?

-Explícame como lo conseguiste -dijo el ermitaño.

-Bueno, cada noche iba a la montaña con un plato de comida. Después de mucho esperar, me fui ganando la confianza del tigre. Le trataba con cariño y tenía mucha paciencia. Finalmente me prestó su bigote.

Yun Ok se puso a llorar, pensaba que todo su esfuerzo no había servido para nada. El ermitaño se acerco y le dijo: -Ya no hace falta el bigote. Yun Ok, déjame que te pregunte algo: ¿Acaso no tuviste miedo cuando caminaste por primera vez hasta la guarida del tigre? ¿Acaso desististe cuando tras varios días el tigre no se acercó a comer el arroz que le ofrecías? ¿Acaso no reuniste el coraje necesario para arrancar el bigote cuando creíste que era el momento oportuno? Si puedes ganar con ingenio, paciencia y valor el respeto y la confianza de un animal salvaje y sediento de sangre, sin duda puedes hacer lo mismo con tu futuro. No necesitas más magia de la que tú misma tienes.

Yun Ok dejó de llorar y volvió a su casa dispuesta a tener paciencia y luchar por su futuro.

(*) Basado en un cuento tradicional coreano. Adaptación propia.

Enlace al texto original del cuento.

Enlace a la actividad que utilizamos en clase basada en esta historia.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

LECCIONES DE LIDERAZGO DEL PEQUEÑO PRINCIPE


Alguien muy sabio me explicó una vez la diferencia entre poder y autoridad. Y esta, en verdad,  es una distinción difícil de hacer ya que tendemos a utilizar ambas palabras como sinónimos.

A menudo las personas buscan desesperadamente tener el poder, incluso se enfrentan en crueles contiendas, en guerras y disputas por obtenerlo. “El fin justifica los medios”- piensan. Y cuando el fin es conseguir el Poder (con mayúscula) entonces… la mentira, el insulto, la amenaza y el engaño se convierten en herramientas lícitas y aparentemente indispensables. Porque cuando alguien tiene el Poder… Puede (también con mayúscula).

Recuerdo un capítulo de la preciosa historia de “El principito” de Antoine de Saint-Exupéry en el que su protagonista llegaba a un pequeño planeta habitado por un rey. En cuanto el Principito llegó, el rey inmediatamente lo reconoció como su súbdito, ya que, para los que tienen Poder, todas las personas son sus súbditos (de hecho, esta es la principal ventaja de tener Poder, ya que lo simplifica todo considerablemente). En un momento de la conversación, el Principito le pide al rey que, haciendo uso de su Poder, le ordene al sol que se ponga para poder presenciar una puesta de sol (pasatiempo favorito del Principito). En ese instante el rey le contesta…

“—Si yo le diera a un general la orden de volar de flor en flor como una mariposa, o de escribir una tragedia, o de transformarse en ave marina y el general no ejecutase la orden recibida ¿de quién sería la culpa, mía o de él?

—La culpa sería de usted —le dijo el principito con firmeza.

—Exactamente. Sólo hay que pedir a cada uno, lo que cada uno puede dar  —continuó el rey. La autoridad se apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, el pueblo hará la revolución. Yo tengo derecho a exigir obediencia, porque mis órdenes son razonables.

— ¿Entonces mi puesta de sol? —recordó el principito, que jamás olvidaba su pregunta una vez que la había formulado.

—Tendrás tu  puesta de sol. La exigiré. Pero, según me dicta mi ciencia gobernante, esperaré que las condiciones sean favorables.”

Y es que, como demuestra el monarca de esta historia, una cosa es tener el Poder y otra ejercerlo, lo cual no es tan sencillo. De este breve texto se pueden extraer cuantiosas reflexiones, algunas, por cierto de bastante actualidad en estos tiempos de recortes. Sin embargo, me interesa resaltar el uso que hace del concepto de autoridad: “la autoridad se apoya antes que nada en la razón”- dice el rey. Y esta es una gran verdad. Mientras que el poder se ejerce, la autoridad se otorga, se reconoce. El poder es inherente al puesto, la autoridad hay que demostrarla, posiblemente a través de la razón, a través del sentido común, que como bien se dice, resulta ser el menos común de los sentidos.

Muchas somos las personas que por nuestro trabajo disponemos de nuestra pequeña parcela de poder (este con minúscula): policías, médicos, encargados, supervisores, profesores y un largo etcétera, ejercemos diariamente nuestro poder. Sin embargo, que tengamos autoridad es harina de otro costal. La autoridad es algo que se tiene que ganar a pulso, y supone un respeto y un reconocimiento por parte de los demás que ven en nuestras decisiones muestras de esa razón a la que aludía el rey de la historia. El ejercicio del poder puede ser caprichoso y arbitrario, puede basarse en la coacción y la amenaza, pero el ejercicio de la autoridad siempre descansa sobre el respeto, la honestidad y la razón.

El buen gobernante (encargado, policía, juez, maestro…) será recto y exigente, es su obligación, pero nunca pedirá peras al olmo, nunca pedirá imposibles, y en todo caso, sabrá esperar a que las condiciones sean favorables.

Nadie dijo que fuera fácil. De hecho el tío Ben ya lo advirtió cuando le dijo a su arácnido sobrino “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.

¡FELÍZ REFLEXIÓN!

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