martes, 30 de octubre de 2012

EL PRECIO DE LA CONFORMIDAD

Si hiciésemos una encuesta y preguntásemos el nombre de cinco películas que tratan el tema educativo, el club de los poetas muertos ocuparía, sin lugar a dudas, el puesto número uno del ranking. La película de Peter Weir tiene poderosas razones para ser considerada la película educativa por excelencia. ¿A quién no se le ha puesto la piel de gallina al ver como los jóvenes alumnos del profesor Keating entonan su “¡oh capitán, mi capitán!”, puestos en pie sobre sus pupitres? El profesor abandona la clase con un “Gracias chicos”, consciente que acaba de recibir el mayor premio que puede obtener un docente: la satisfacción de comprobar que ha influido en sus alumnos, que los ha transformado. La sensación del deber cumplido inunda su alma y se refleja en su sonrisa.

El club de los poetas muertos atesora un buen puñado de escenas y frases inolvidables que incitan a la reflexión sobre cuáles deben ser los objetivos del proceso educativo, sobre sus finalidades. Entre la escuela transmisora y la educación transformadora, la película apuesta descaradamente por la segunda opción. Transmitir vs Transformar. Escolarizar vs Educar. Dos planteamientos bien diferenciados que posicionan a todos los docentes ante el hecho educativo. ¿Qué pretendo conseguir con mis alumnos?
Hoy quiero reflexionar sobre una escena en concreto de la película, sobre una de esas clases magistrales que el profesor Keating da a sus alumnos de la academia Welton. En esta escena Keating saca a sus alumnos al patio, (el aprendizaje no solamente se da entre las cuatro paredes de una clase), escoge a tres y los invita a pasear por el patio. A los pocos minutos los tres alumnos empiezan a caminar al mismo paso, y acto seguido son aplaudidos y vitoreados por el resto de sus compañeros. El señor Keating les alerta entonces de lo previsible de su reacción, de los peligros que encierra la conformidad. Siempre es más sencillo buscar un modelo que copiar, aunque no nos represente, aunque no nos sintamos cómodos en él, que buscar un estilo original y propio.

Somos seres sociales. Necesitamos sentirnos miembros de grupos, ello sacia nuestras necesidades de pertenencia, de estima y de protección. Aprendemos a ser en grupo, nuestro aprendizaje cobra sentido en un determinado contexto, como miembros de una sociedad concreta, y ello nos lleva también a aceptar, sin cuestionarlos en exceso, una serie de principios, creencias y normas compartidas. Y la educación, además, es el medio que utilizamos para su transmisión y aceptación.
Nuestras opiniones se sienten protegidas si sabemos que son compartidas por una mayoría. Creamos asociaciones de todo tipo, plataformas en defensa de tal o cual causa, nos hacemos seguidores del equipo de fútbol local, o incluso nos afiliamos a un partido político. Nos sentimos cómodos rodeándonos de personas con las que compartimos pensamientos o sentimientos, amoldándonos a su manera de pensar y actuar. Pero al mismo tiempo también pagamos un precio por ello.

Este es un aspecto especialmente espinoso cuando se trabaja con adolescentes o jóvenes, ya que en esas edades la influencia del grupo se deja notar de manera muy notable. La presión del grupo, como han demostrado diferentes experimentos de psicología social (los más conocidos son los de Solomon Asch), influye con fuerza en el comportamiento juvenil. Todos los que trabajamos con alumnos de estas edades comprobamos cuan diferentes son sus respuestas en función de si se producen en una sesión de tutoría individual o en el contexto de clase, en presencia del grupo. Variables tan importantes como el autoconcepto, la autoestima, el sentimiento de pertenencia, los roles y el liderazgo, entran en juego distorsionando el comportamiento de nuestros alumnos.
Una parte muy importante del trabajo realizado con jóvenes debería centrarse en trabajar estos aspectos, completamente imprescindibles y fundamentales si queremos que asuman el protagonismo y la responsabilidad de sus decisiones. La autonomía y el pensamiento crítico, el debate moderado, el ejercicio de la empatía, la anticipación de consecuencias a medio plazo, la tolerancia,… deberían ser herramientas de uso generalizado en nuestras aulas. A la hora de diseñar las actividades de clase, que de vez en cuando voy compartiendo en el blog, estos son los criterios que intento trabajar con mis alumnos.

Quiero acompañar la reflexión de hoy recuperando el precioso poema de Robert Frost con el que Keating incita a sus alumnos a que inicien la búsqueda de sí mismos, a que encuentren su propio camino. Si no partimos de esta base, si no dejamos que cada alumno asuma el protagonismo de sus decisiones (con sus pros y sus contras), corremos el riesgo de que todo lo que creíamos conseguido se nos derrumbe a las primeras de cambio.
“Dos caminos divergían en un bosque, y tomé el menos transitado. Eso hizo que todo fuera diferente”

¡FELIZ REFLEXIÓN!

viernes, 26 de octubre de 2012

LA HORA DE LOS SOÑADORES

"Son tiempos difíciles para los soñadores”. Esta es una de las frases inolvidables de la película francesa Amelie. Ha llovido desde entonces, y hoy son simplemente malos tiempos, sin más calificativos, malos tiempos para todos,… aunque quizás para los soñadores lo sean un poco menos,... al menos ellos conservan sus sueños.

Los sueños tienen el poder de alejar  la desesperanza, de abrir la puerta a la posibilidad, al mágico ¿y si…? antesala de casi todos los descubrimientos importantes. Para poder ver hay que creer, esto funciona así y no al contrario como suele pensarse, y para creer (también para crear) es necesario imaginarlo, soñarlo. Soñar no es necesariamente evadirse, soñar es simplemente anticipar, soñar es confiar en la posibilidad más allá de la probabilidad." I have a dream" dijo Martin Luther King,  y su sueño cambió el mundo. Es el poder de los que tienen un sueño, se atreven a compartirlo y a ponerlo en marcha.

Son tiempos difíciles, y justamente por ello necesitamos de soñadores, de visionarios, de anticipadores...  Necesitamos de valientes capaces de ver más allá de la niebla, de inyectadores de optimismo, de promotores de acción, de contagiadores de sueños, de generadores de ilusión. Y no necesitamos de unos pocos escogidos que nos muestren el camino, sino que necesitamos que, en cada uno de nosotros, crezca esa semilla de poder que nos convierte en dueños de nuestro destino.

Uno de los cortometrajes que suelo utilizar en las clases es “la leyenda del espantapájaros”. Un corto de animación muy premiado del madrileño Marco Besas. Esta es la historia de alguien que no quiere ser quien es, de alguien capaz de imaginar un futuro distinto y de perseguir sus sueños. Alguien capaz de rebelarse contra lo lógico para buscar lo utópico. Es un ejemplo de coraje y valentía. Del valor que se esconde en las pequeñas elecciones que nos llevan a tomar las riendas de nuestra vida, a dejar de escondernos tras las circunstancias y los victimismos, y asumir la responsabilidad de cambiar, de ser, de vivir en lugar de simplemente sobrevivir.

Es un intento de insuflar acción en mis paralizados alumnos, la enésima vuelta de tuerca al “fracasar es solo dejar de intentarlo”. Si no te gusta lo que eres, ¡cámbialo! Si lo intentas lo de menos será el resultado. 

Con toda seguridad el camino será difícil. Al igual que en el cortometraje, nuestra decisión de cambio tendrá que enfrentarse a la incomprensión y al rechazo de otras personas. Nuestra determinación debe ser más fuerte que las dudas y el miedo, que funcionaran como anclas intentando devolvernos al terreno conocido de los viejos hábitos. Nuestros motivos, nuestros “paraqués”, deben ser poderosos, son la energía que nos mueve. El espantapájaros está cansado de estar solo, cansado de provocar miedo, su necesidad de aceptación, de amistad y cariño lo impulsan… aunque los prejuicios y la intolerancia son enemigos difíciles de vencer.

Son tiempos de cambio, es cierto, y hay que adaptarse a ello. Pero cada uno de nosotros decide el rumbo y la dirección que toman sus pasos. No cambiar, permanecer amarrado al palo del que cuelga el espantapájaros en el campo de trigo, también es una elección. Y toda elección, consciente o no, voluntaria o no, tiene sus consecuencias.

Acompaño el cortometraje y la ficha con la actividad que utilizamos en clase.

¡FELIZ REFLEXIÓN!


 

martes, 23 de octubre de 2012

UN CUENTO PARA RECUPERAR EL NORTE

Recupero hoy una historia a la que hace años me aferre para superar una de esas malas rachas que nos surgen de vez en cuando para recordarnos lo afortunados que somos. En mi caso fue una cuestión profesional, y la lectura de este cuento me hizo recuperar la perspectiva y la actitud necesarias para afrontar la situación. Esta historia la descubrí por primera vez en el delicioso libro de Juan MateoCuentos que mi jefe nunca me contó”, una fantástica selección de historias sobre las que reflexionar y aprender, y cuyas enseñanzas son tan aplicables al ámbito profesional como al personal.
Tiempo después volví a la historia desde mi trabajo con jóvenes y encontré que también la historia ofrecía el enfoque adecuado para mi actividad profesional. La verdad es que, sin la debida perspectiva, el trabajo docente resulta a menudo ingrato y desagradecido. Muchas veces los resultados tardan en llegar, e incluso algunas veces, los logros conseguidos durante meses se desmoronan en cuestión de minutos. La formación es una carrera de fondo repleta de obstáculos. Pero a pesar de ello, nuestra actitud debe permanecer a salvo de las circunstancias, al margen de los vaivenes de los acontecimientos. Conviene recordar que incluso en el más adverso de los escenarios, somos lo que escogemos ser, que nuestra actitud nos define.
En fin, el cuento sobre el que os invito a reflexionar hoy es la historia del alacrán, un relato que funciona como una brújula, que apunta siempre al norte, y que, por difíciles que sean las circunstancias, evita que perdamos de vista nuestras metas. El cuento dice así…
Un maestro oriental que vio cómo un alacrán se estaba ahogando, decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo, el alacrán lo picó.
Por la reacción al dolor, el maestro lo soltó, y el animal cayó al agua y de nuevo estaba ahogándose. El maestro intentó sacarlo otra vez, y otra vez el alacrán lo picó. Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo:

"Perdone, ¡pero es usted muy terco! ¿No entiende que cada vez que intente sacarlo del agua le picará?". El maestro respondió: "La naturaleza del alacrán es picar, y eso no va a cambiar la mía, que es ayudar".

 Y entonces, ayudándose de una hoja, el maestro sacó al animalito del agua y le salvó la vida.

¡FELIZ REFLEXIÓN!

jueves, 18 de octubre de 2012

EL COSTE DE OPORTUNIDAD EN EDUCACIÓN.

Está siendo esta una semana movidita en cuanto a manifestaciones en favor de una educación pública universal y de calidad. Sosteniendo la pancarta, la familia educativa: profesores, alumnos, sindicatos e incluso asociaciones de padres. Nunca la aprobación de una reforma educativa generó tanto consenso y tanta unanimidad… en su contra, claro. Al otro lado de la calle, parapetados por un imponente cordón policial, el gobierno y sus ministros. “No nos gusta tomar estas decisiones, entendemos que son dolorosas, pero no queda otra opción”, se excusan desde el gobierno. Es la dificultad de gestionar las miserias. Aunque también es cierto que es en la tempestad donde se observa la pericia del capitán.
No hay dinero. O sí, pero las prioridades son otras. La educación parece que no es una necesidad básica, como tampoco lo es la sanidad, o la investigación. Los nuevos presupuestos 2013 vuelven a meter la tijera con saña en estas partidas, al igual que en las Políticas Activas de Empleo. Es la gestión del bombero, hay que apagar los fuegos, hay que atender las urgencias, aún a costa de abandonar las cosas importantes. Es la diferencia entre vivir o, simplemente sobrevivir.

El panaroma de la formación no reglada es bastante más desolador que el educativo. Los programas de formación para el empleo, languidecen. El programa de Escuelas Taller en el que llevo trabajando los últimos veinte años desaparece. Son programas caros, no son rentables, y por tanto son prescindibles, o ampliamente recortables. Esta es una lógica basada en el supuesto de considerar el dinero como fin y no como un medio. Esta es la lógica cortoplacista y miserable del “pan para hoy y hambre para mañana”. Ya advertía hace unos años el periodico El País sobre estos riesgos en su acertado artículo "la educación no es gasto, es inversión". Releer este texto de nuevo me provoca escalofríos. Apenas han transcurrido un par de años y el escenario formativo es dantesco. Si la formación es la clave para recuperar el empleo, el enfermo agoniza por falta de medicación.

Publicaba la Unesco esta misma semana su informe anual de seguimiento del Programa Educación para todos, este año especialmente dedicado a la importancia de la formación como medio para conseguir la inserción laboral de los jóvenes. Bajo el título "Los jóvenes y las competencias: trabajar con la educación", el informe incide y alerta sobre sobre los riesgos de "escatimar" inversiones en educación y formación. Además el documento es tremendamente duro con el caso de España, donde el problema del paro juvenil (superior al 50 %) es especialmente sangrante. Destaca el informe la necesidad, precisamente en tiempos de crisis, de dotar a los jóvenes de las herramientas que les permitan incorporarse con garantias al mercado laboral. Trabajar las competencias profesionales, fomentar programas que les doten de una experiencia practica real, capacidad de adaptación a las Nuevas Tecnologías y mejora urgente de la Formación Profesional, son algunas de las recomendaciones de la Unesco. Llama la atención el informe sobre la perdida de potencial y de oportunidades de crecimiento que se estan desaprovechando fruto de una falta de inversiones educativas. El documento llega a cuantificar el retorno de la inversión educativa en 10 dólares por cada uno invertido. Aunque en el caso español ( y esto es una opinión particular no lo dice el informe de la Unesco) este retorno se lo están cobrando otros, vease por ejemplo Alemanía.

Sin embargo, la rentabilidad de una inversión no solo se mide en función del retorno obtenido, no es tan simple, sino que hay otras muchas variables en juego. Uno de los conceptos económicos más interesantes, y que se ha exportado con éxito al campo de la psicología, es el de coste de oportunidad. Según este concepto, a la hora de plantear una inversión hay que comparar la rentabilidad esperada con la que podriamos obtener con las otras opciones disponibles, incluyendo entre estas opciones la de no realizar la inversión. ¿Alguien se ha parado a calcular el coste de oportunidad de los actuales recortes? ¿Alguien está valorando, en el largo plazo, las consecuencias que tendran las medidas que se estan adoptando?

Dejo las preguntas en el aire,... o no. Acabo la entrada de hoy, como tantas veces, recordando una breve historia que acompaña la reflexión de hoy. Esta es una historia cuyo protagonismo se le atribuye al filósofo griego Sócrates, y que creo ejemplifica a la perfección el concepto de coste de oportunidad aplicado a la educación. La historia de hoy dice así...
Cuentan que un día un rico comerciante visitó a Sócrates para pedirle que se encargara de la educación de su hijo. Al plantear el filósofo sus honorarios al comerciante le parecieron excesivos, así que le dijo: “Tened en cuenta que por esa cantidad puedo comprarme un buen burro”. Sócrates le contestó: “Hacedlo y tendréis dos asnos en casa”.
¡FELIZ REFLEXIÓN!

lunes, 15 de octubre de 2012

VELAS NEGRAS: EL GERMEN DEL PESIMISMO.


“¡¡Te voy a poner dos velas negras!!”, amenazaba furibunda hace unos años la televisiva bruja Lola. Tras escucharla uno se debatía entre el acojono y el descojono. Si finalmente la opción elegida era “acojonarse”, es decir, dar credibilidad a la amenaza, entonces ponemos nuestro organismo en alerta para detectar todas las posibles amenazas, peligros e infortunios que nos deparará la supuesta maldición. Y, efectivamente, no tardaremos en encontrar alguna desgracia que confirme nuestros pensamientos. Si elegimos “descojono”, tras un breve, pero intenso, momento de carcajada (con lagrimas incluidas), olvidaremos el incidente y lo archivaremos en nuestro anecdotario, para posteriormente sacarlo a relucir en cualquier reunión con amigos al calor de una barra de bar.
En cualquier caso, así suelen funcionar las supersticiones: gatos negros, tijeras abiertas, espejos rotos, escaleras por las que cruzar,… tienen el poder que les queramos dar. Si nos levantamos convencidos de que hoy, martesytrece, debemos estar especialmente prevenidos ante la mala fortuna, es seguro que algunos desafortunados incidentes nos ocurrirán a lo largo del día. Sin embargo, si la fatídica fecha nos pilla desprevenidos y sólo caemos en la cuenta del día que era a la hora de acostarnos, habremos estado condenados a sufrir un monótono y cotidiano día, bastante similar al lunes 12 o al miércoles 14.
Aun así encontramos a muchas personas que creen o tienen cierto respeto a las supersticiones, y que en consecuencia,  condicionan su manera de comportarse a estas creencias. Lo curioso es que, puestos a creer en algo, ¿por qué estamos tan predispuestos a aceptar las malas noticias, las desgracias, la mala suerte, y no mostramos la misma predisposición para esperar que nos sucedan cosas positivas y agradables? ¿Qué sentido tiene darle más crédito a las creencias negativas que a las positivas? ¿Por qué es mucho más fácil encontrar a personas supersticiosas que a gente que utilice amuletos para atraer la fortuna?
Existe en nosotros una tendencia irracional y patológica al pesimismo. No sé si como resquicio adaptativo del hombre primitivo, cuyo estado de alerta permanente era la única garantía posible para la supervivencia,  o por influencia de la religión y la política y su abuso del miedo como mecanismo de control, pero lo cierto es que, como especie, tendemos más fácilmente a prever y aceptar desgracias que a esperar vientos favorables. Tenemos, al menos en occidente,cierta predisposición cultural al pesimismo.

Recuerdo un consejo que me repitieron varias veces de pequeño: “piensa mal y acertarás”. ¿Por qué?, ¿qué sentido tiene sembrar la desconfianza como medida preventiva? Es cierto que estar prevenido contra las adversidades nos ayuda a encajarlas mejor, pero ¿acaso estos pensamientos no funcionan también como profecías autocumplidas y allanan el camino al fracaso?
Titulaba el artículo de hoy con la frase de las dos velas negras, no sólo por la amenaza de la bruja-vidente, sino sobre todo recordando la historia de Egeo. Cuenta la mitología que Egeo fue rey de Atenas y padre del famoso héroe Teseo. Durante su reinado los atenienses estaban obligados a entregar anualmente a Creta siete doncellas y siete jóvenes como ofrenda para que fueran sacrificados. El destino de estos jóvenes era servir de alimento al monstruoso hijo de Minos,  rey de Creta, el Minotauro. En la última de las expediciones Egeo envió a Teseo, su propio hijo, formando parte de la comitiva de ofrenda. Teseo había convenido con su padre que a su regreso, si había conseguido acabar con el monstruo y regresar sano y salvo, sus barcos portarían velas blancas, en vez de las habituales velas negras que portaban estos barcos en señal de duelo. Tras derrotar al Minotauro y raptar a  Ariadna, la hija de Minos, Teseo y los suyos huyen a toda prisa de las costas de Creta hacía Atenas. Pero con las prisas olvidan cambiar las velas y vuelven con las negras puestas, a pesar del éxito de su misión. Egeo, que pasaba los días esperando el regreso de su amado hijo, descubre un día desde la costa aproximarse los dos barcos con las velas negras hinchadas. Dando por sentado el fatídico final de su hijo y, no pudiendo soportar la tristeza que le invade, decide acabar con su vida ahogándose en el mar. Mar que por cierto recibe en la actualidad su nombre.
Así, como en esta historia, actuamos las más de las veces esperando y anticipándonos a las desgracias, cuando no provocándolas con nuestras actitudes y expectativas fatalistas. Un optimista no es un pesimista mal informado como se suele decir. Un optimista es alguien que, consciente de sus limitaciones y de las dificultades que tendrá que enfrentar, decide apostar por su futuro y emprende un camino. Alguien capaz de entender que por duras que sean las circunstancias que nos toque vivir, siempre conservamos la libertad de decidir CÓMO las queremos vivir. El cómo es siempre lo más importante, lo que nos define, un buen ejemplo de ello es la historia de Derek Redmond.
Si ante una situación como la actual de grave crisis económica, alguien vaticina años y años de duro ajuste, de desgracias y de penosa travesía del desierto, de aumento del desempleo y de precariedad,… inmediatamente le escuchamos y le consideramos una persona bien informada. Si por el contrario alguien alza la voz para proclamar que estamos tocando fondo, que hay síntomas de recuperación y que estamos cerca de empezar a ver la luz al final del túnel, lo tacharemos inmediatamente de iluminado, de ingenuo, o directamente de necio. Sin embargo la diferencia de fondo entre ambas interpretaciones es mínima, tan sólo cambia donde ponemos el foco. La realidad es la que es, cierto, pero podemos elegir si ver el vaso medio lleno o medio vacío.
Sólo hace falta ojear los periódicos o ver los informativos para darnos cuenta que tenemos una tendencia insana a devorar noticias desagradables y morbosas. Las noticias sobre el aumento del paro, los desahucios, la violencia, las desapariciones de niños,… acaparan horas de programación televisiva y miles de páginas en los periódicos. Parece que observar las desgracias ajenas nos sirve de bálsamo y de consuelo. Parecemos disfrutar revolcándonos en el fango de las desgracias ajenas.  ¿Dónde queda en los medios el espacio para las historias de superación, para las personas valientes que superan sus miedos y encaran la vida con valentía, dónde el espacio para los emprendedores, para la gente solidaria, para historias de cooperación, para los nuevos proyectos, para las nuevas ideas que surgen a pesar de las dificultades? ¿Dónde queda el enfoque de la crisis como un momento histórico para cambiar el rumbo del mundo? ¿Qué paso con aquello de... “este es el momento de refundar el capitalismo”?
Para mí pesimismo es sinónimo de aceptación y parálisis. Optimismo es sencillamente ponerse a caminar.

jueves, 11 de octubre de 2012

SEMILLAS DE ILUSIÓN.


¡¡Por Dios, nadie puede darle un tranquimazin a este hombre!! Os prometo que fue lo primero que pensé cuando vi la intervención de Stephen Ritz, el profesor (no agricultor), del Bronx en uno de los vídeos de TED. Al final del vídeo uno llega a la conclusión que en vez de medicarlo a él, quizás fuese más conveniente hacernos transfusiones con su sangre, y contagiarnos una mínima parte de la energía y la vitalidad que destila este profesor (no agricultor).

Para alguien como yo que ha trabajado en formación a través de proyectos como el de Escuelas Taller, es fácil compartir las emociones y el entusiasmo de Stephen. Los alumnos aprenden haciendo, esta es la filosofía que rige nuestros proyectos, pero lo más impresionante de todo, lo más potente de todo es que los alumnos aprenden a ser haciendo. Este es el verdadero potencial de la formación basada en proyectos. Consiga que sus alumnos se involucren, se comprometan, se impliquen, se sientan protagonistas de aquello que hagan, consiga que experimenten la agradable sensación de formar parte de un todo, la experiencia de contribuir, de ser tenidos en cuenta, no importa haciendo qué, esto es secundario, y habrá conseguido personas sanas y felices de por vida. Tan simple,… tan difícil.

No es lo que haces, es lo que aprendes haciéndolo, y no se trata de una habilidad, sino de una actitud, de un valor. No es lo que enseño, es lo que transmito. No aprendemos lo que estudiamos, sino lo que experimentamos, lo que sentimos. Seguramente no es un aprendizaje que se mida con un examen escrito, pero con toda certeza es una semilla que germinará con fuerza en el futuro inmediato.

Me encanta este tipo, “soy el estudiante de 6º grado más viejo de la historia”-dice, y debe ser cierto por conforme va vestido! Para mí toda una declaración de principios de alguien que comienza cada mañana con la ilusión de aprender algo nuevo. “Hoy estoy aquí con la esperanza de que mis logros excedan mi entendimiento”. Esta ultima yo la tuve que repetir varias veces para entenderla. Una oda a la potencialidad.

Otra de sus frases: “los niños no deberían tener que irse de sus comunidades para vivir, aprender y ganar más en otra comunidad mejor”. Quizás sacada de contexto, pero la sorprendente pasividad con la que observamos como nuestros jóvenes más preparados se marchan a buscarse el futuro fuera me deja helado. Apliquemos la filosofía Ritz y busquemos la semilla que los arraigue aquí, inventemos proyectos que los ilusionen, que los impliquen, que los involucren, plantemos un futuro juntos. “¡Si se puede!”- Stephen lo dice en castellano, ¡por algo será!

Os dejo el enlace para disfrutar de su apasionada intervención. Recordad, no es un agricultor, ¡es un PROFESOR!

Enlace a la página oficial de TED Manhattan para poder ver el video con subtítulos en castellano. (pinchar aquí)
  



¡FELIZ REFLEXIÓN!

lunes, 8 de octubre de 2012

EDUCAR DESDE LAS FO

Ya he comentado en anteriores ocasiones que no hay una fórmula mágica para educar, que no hay una receta que funcione en todos los contextos y con todas las personas, y que ello implica que podemos encontrar un abanico importante de propuestas y metodologías eficaces. E incluso que, cuantas más estrategias conozcamos, y cuanta mayor capacidad de observación y adaptación tengamos, mejores serán los resultados que obtengamos.

Sin embargo todo lo dicho no significan que no podamos encontrar metodologías que, en la mayoría de escenarios y con la mayoría de alumnos, funcionan mejor que otras. Y al contrario, métodos de aprendizaje, comúnmente utilizados por cierto, cuyos resultados la investigación psicopedagógica ha demostrado que son nefastos y contraproducentes.

Es posible que no existan varitas mágicas, pero hay fórmulas que se aproximan bastante. Para mí,  educar desde la FO”, es una de estas fórmulas cuasi mágicas y que funcionan siempre. Me explico…

Uno de los instrumentos más completos que hemos importado del mundo de la empresa y que podemos utilizar con éxito en el campo educativo es el análisis DAFO. Esta es, desde mi punto de vista, una herramienta imprescindible cuando se trabaja orientación con los alumnos. La matriz DAFO nos permite plasmar en un cuadro las Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades, del alumno con respecto a su futuro personal o profesional. El plasmar en un cuadro todos estos elementos supone un intenso esfuerzo de reflexión, pero que, una vez realizado se convierte en un excelente punto de partida para definir objetivos y acciones concretas.

Una vez realizada, la matriz DAFO nos muestra dos caminos entre los que tendremos que elegir. Podremos actuar desde el DA: Reconociendo nuestras Debilidades como puntos de mejora que tendremos que esforzarnos en corregir, y diseñar mecanismos preventivos para protegernos frente a nuestras Amenazas, o… podemos actuar desde la otra parte de la ecuación, desde la FO. Priorizar las FO supone reconocer nuestras Fortalezas y ponerlas en valor, supone aprovechar nuestras Oportunidades y ver que son ellas las que nos marcan el camino a seguir.

Se podrá argumentar, que la matriz DAFO no plantea tal disyuntiva, es más, que se debería tener en cuenta la información que nos aporta cada cuadrante. Siendo esto cierto, mi particular opinión, y la mayoría de investigaciones psicológicas coinciden en esto, es que obtendremos mejores resultados si cimentamos nuestra acción desde las Fortalezas y Oportunidades, que si nos obsesionamos en el camino de la corrección y la prevención.

Orientar o educar desde las FO, requiere en primer lugar de un intenso trabajo de conocimiento de nuestros alumnos, de detectar sus particulares capacidades, aquellos aspectos en los que son más competentes, para reforzarlos y utilizarlos como base para nuestra interacción con ellos. Educar desde la FO supone utilizar refuerzos y retos más que advertencias o castigos, supone individualizar en vez de generalizar.

La conocida fábula de la carpintería, comúnmente utilizada para mostrar aspectos del trabajo en equipo, ejemplifica a la perfección el papel del educador FO, frente al educador DA (por desgracia más común).

Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba el tiempo golpeando.

El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.

Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás.

Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre estaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto.

En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble.

Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo: "Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos".

La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto.

Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos.

¡FELIZ REFLEXIÓN!

jueves, 4 de octubre de 2012

EL CICLO DE LA VIDA.

Hace unos días estuve en Madrid para ver el musical de El rey león.  Lo que más me impresionó del espectáculo fue su extraordinaria capacidad de asombrar. Me explico: Cuando un espectáculo viene precedido de una impresionante campaña de promoción, como es el caso, cuando se han mostrado imágenes de los ensayos, de los escenarios, entrevistas con sus protagonistas, cuando la función lleva años representándose, cuando la historia es más que conocida, cuando  se ha generado tanta expectación,  es muy difícil estar a la altura de las expectativas creadas. Y por supuesto, lo que es mucho más difícil es mantener la capacidad de sorprender, de asombrar, además desde el minuto uno, a todo un teatro repleto de espectadores con elevadas expectativas. Desde luego el secreto de su éxito es un despliegue técnico increíble y una imaginación desbordante que se plasma en cada mínimo detalle del vestuario, del escenario, de la música, de las interpretaciones,…
El asistir al musical me hizo recuperar la historia, profundizar en su argumento, en el mensaje y  las reflexiones que encierra.  El texto de El rey león plantea un tema universal, es la historia del hombre que busca su lugar en el mundo. La acción comienza con la llegada al mundo de Simba, el joven heredero, y a lo largo de la obra lo acompañamos en su periodo de crecimiento y maduración. Tras una infancia feliz, Simba, al igual que cualquier adolescente, atraviesa su fase de desafío a las normas establecidas, de desobediencia a los adultos, cuando se adentra en las tierras pantanosas fuera de los límites permitidos, a pesar de la prohibición expresa de Mufasa. El niño feliz, obediente y sumiso deja paso al contestatario y desconfiado adolescente que necesita experimentar y comprobar por sí mismo las cosas. La desgracia de la muerte de su padre, y el mal consejo de su tío Scar le abocarán a la etapa de crisis personal y desorientación propia del fin de la adolescencia y el paso a la juventud.
El joven Simba aparece perdido y solitario en medio de la selva, donde encuentra consuelo en los simpáticos y alocados Timón y Pumba, los amigotes de juventud, a los que creerá a pies juntillas como dueños de la verdad absoluta. Ellos le introducirán y acompañarán en la desenfadada y feliz etapa de hakuna matata, donde no existen los problemas, donde nada tiene consecuencias, donde no hay mañana, donde sólo impera la ley del carpe diem. Hasta que una noche, de nuevo, las dudas surgen en su corazón y las preguntas brotan con fuerza en su interior. La búsqueda de su lugar en el mundo, atenuada durante un tiempo,  sigue su ciclo imparable.
Aquí ocurre una de las escenas más emotivas y cargadas de sentido de la historia, cuando el joven y confuso Simba se encuentra con Rafiki, el mono. Al más puro estilo de cuando el alumno está preparado aparece el maestro. El viejo mono loco Rafiki ejerce de guía, de maestro, de padre, de coach. Es el momento de los grandes interrogantes, de las preguntas poderosas. Cuando Simba pregunta a Rafiki ¿quién eres?, y él le contesta: “la pregunta es ¿quién eres tú?” Simba admitiendo su confusión acaba respondiendo “creía saberlo, pero no estoy seguro”. Este es el momento mágico y trascendental en el que la madurez llama a la puerta, el momento en el que el joven león siente la necesidad de encontrar las respuestas, de encontrar el sentido de su existencia, de descubrir su sitio en el mundo. Cansado de holgazanear, de conformarse con cubrir las necesidades básicas de cada día, aparecen las necesidades de autorrealización y de transcendencia: las necesidades del cuerpo dejan paso a las necesidades del espíritu. La voz de su padre reflejada en el agua le marca el camino: “Mira en tu interior. Eres más de lo que eres ahora”.
El momento Rafiki es el momento clave de nuestras vidas, es el punto de inflexión, el momento en el que decidimos quién queremos ser. Cada uno experimentaremos este instante de una manera distinta, en un momento distinto, pero la decisión que tomemos determinará nuestro futuro. Esta es una decisión personal, que no está condicionada por las circunstancias, sino por la actitud con la que nos enfrentemos a ellas. Podemos ser más proactivos o más reactivos, enfrentarla o rehuirla, pero en todo momento seremos dueños de nuestra decisión. Es el momento de enfrentarse a los miedos. Es la batalla que conduce a la madurez.
Simba reconoce sus miedos: “Sé lo que tengo que hacer, pero si regreso, tendré que enfrentarme al pasado, y llevo tanto tiempo huyendo de él”. Es el momento oportuno, el alumno está preparado y el maestro Rafiki le ofrece la lección más importante que aprenderá en su vida. La escena acaba así…
El mono golpea con su bastón al león, y este sorprendido le dice: “¡Eh!, ¿por qué has hecho eso?”
-No importa. Está en el pasado.
-Sí, pero aún duele – contesta Simba frotándose la cabeza.
-¡Oh sí! El pasado puede doler pero,… tal y como yo lo veo puedes huir de él o aprender.
Rafiki intenta de nuevo golpear a Simba, pero esta vez el león esquiva el golpe. Simba se aleja corriendo de allí. Ha tomado una decisión: va a enfrentarse a sus miedos, va a tomar las riendas de su vida. Ha elegido aprender. El león adulto reclama el sitio que le pertenece.
Y este es el momento más importante del ciclo vital. El momento en el que nuestros jóvenes cachorros tienen que decidir entre enfrentar sus miedos y reclamar su espacio o, por el contrario, agachar la cabeza y abandonarse a los placeres y comodidades del hakuna matata indefinidamente. La madurez no es algo que llegue con la edad, sino como consecuencia de nuestras decisiones.

Como dijo alguien, "entre ser o no ser, yo elijo ser."
¡FELIZ REFLEXIÓN!

lunes, 1 de octubre de 2012

CADA ALUMNILLO TIENE SU CUADERNILLO.

Todos aquellos profesionales interesados en mejorar cada día en su práctica profesional se preguntan cuál es la manera más adecuada, más eficaz, de realizar su trabajo. En el caso de la enseñanza esta inquietud sobre cuál es la mejor manera de enseñar, preocupa no sólo a los maestros, sino también a la mayoría de la sociedad, en tanto que como padres, entrenadores, monitores o supervisores, la mayoría de nosotros ejercemos la enseñanza durante buena parte de nuestra vida. La otra parte de nuestra vida la pasamos sentados en la bancada de enfrente, aprendiendo, ya que,  ¿qué es la vida sino un continuo proceso de enseñanza y aprendizaje?
A pesar de tratarse de una de las actividades más antiguas del hombre, existe poco consenso con respecto a cuál es el método más adecuado para educar a nuestros hijos o alumnos. Y esto, a diferencia de lo que pudiera pensarse, da muestra de la extraordinaria importancia que damos a la enseñanza, puesto que esta falta de consenso proviene precisamente de las innumerables aportaciones, experiencias, estudios, teorías y opiniones sobre el arte de educar. Hasta tal punto que llegamos a acuñar la frase cada maestrillo tiene su librillo, admitiendo la gran variedad de metodologías adecuadas, e incluso no es difícil encontrar reputados y prestigiosos autores que defiendan posiciones y metodologías diametralmente opuestas. Esto se produce también porque, con total seguridad, no existe una única metodología válida para educar. Las diferencias sociales, culturales e individuales son tan acusadas, que es imposible educar a todos los individuos de la misma manera.
Todo ello nos lleva a la conclusión de que aunque existan multitud de métodos de enseñanza adecuados, en cada situación y con cada persona será más apropiado utilizar uno u otro, por lo que en realidad la famosa frase del "maestrillo" debería completarse con... y cada alumnillo tiene su cuadernillo. Y cada profesor, o padre, antes de lanzarse a leer en voz alta su librillo, debería dedicar un tiempo para ojear las notas del cuadernillo de sus alumnos. Y así, fruto del esfuerzo de ambos, tal vez lo leído por uno y lo escrito por otro se convierta en algo coherente, y por tanto transformador y duradero, es decir, útil. Es algo de puro sentido común, no puedo educar a todos mis alumnos por igual, de la misma manera que tampoco puedo educar a mis hijos igual. Cuántas veces hemos escuchado la frase “educados bajo el mismo techo, de la misma forma y, míralos… ¡qué diferentes son!” ¡Evidentemente!
No se trata de aplicar soluciones universales, entre otras cosas porque no existen, sino que la labor educativa consiste más en saber escuchar, en saber detectar inquietudes y necesidades, en saber adaptarse, que en aplicar programas y pruebas de evaluación preestablecidos y estandarizados.  Es la filosofía de las dos orejas y una boca (escuchar es el doble de importante que hablar). Trasladar esto a la práctica educativa requiere, evidentemente, de recursos, cosa de la que no andamos muy sobrados últimamente, pero sobre todo, de lo que requiere es de voluntad y predisposición por parte de los educadores, y esto, conforme veo el patio últimamente, tampoco se si nos sobra.
No hay mayor injusticia que esa mal entendida democracia que trata a todos por igual y que a todos ofrece las mismas respuestas. Lo decía Mayor Zaragoza en una reciente conferencia en la que explicaba como modificaron los procesos de actuación de la Unesco, al darse cuenta de que sus mágicas y bien intencionadas propuestas occidentales no servían para solucionar los problemas educativos en distintos países de África o de Asia. Antes de ofrecer respuestas, es aconsejable haber escuchado las preguntas. 
Un breve cuento para reflexionar…
Una gaviota descendió en un suburbio de la capital de Lu. El marqués de Lu le dio la bienvenida y la festejó en el templo, disponiendo para ella la mejor música y los más importantes sacrificios. Pero el ave estaba aturdida y parecía bien triste, no atreviéndose a tragar un bocado de carne o una sola copa de vino. Al cabo de tres días, murió.

El marqués de Lu agasajó a la gaviota como a él le gustaba ser agasajado y no como a ella le habría gustado.
(Zhuang Zi. Fábulas antiguas de China)
¡FELIZ REFLEXIÓN!

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