“Pues yo os digo que a
todo el que tiene, se le dará; más al que no tiene, aun lo que tiene se le
quitará”
Esta es una conocida cita bíblica que, aunque se le atribuye
a Mateo, también fue recogida por otros evangelistas. De hecho esta cita
aparece hasta en cinco ocasiones en el Nuevo Testamento. Aparentemente la cita
se encuentra bastante alejada de los supuestos de igualdad de oportunidades y
justicia social aunque, mal que nos pese, retrata con bastante fidelidad un
efecto que suele darse con frecuencia en nuestras aulas.
La cita aparece en la biblia como conclusión a la llamada
“parábola de los talentos”, en la que se cuenta como un hombre que debía salir
con urgencia al extranjero repartió de manera desigual su dinero entre sus
siervos (dando a cada cual según su capacidad, matiza el texto). De esta forma
al primero le entregó cinco talentos, a otro dos y al último solo uno. Aquellos
a los que dio más decidieron negociar con el dinero consiguiendo doblar sus
cantidades, sin embargo, al que entregó solo uno, tuvo miedo de perderlo y
decidió enterrarlo y esperar la vuelta del patrón. A su regreso los tres fueron
a recibirle y le mostraron el dinero prestado más los intereses ganados. Al
llegar el turno del último, el señor enfurecido
le recriminó su actitud y sentenció quitarle su única moneda para entregársela
a aquel que tenía más. Y es aquí donde, a modo de conclusión, aparece la
conocida sentencia.
En el campo educativo nos encontramos con alumnos que
disponen de más o menos talentos (en este caso referidos a capacidades). Y
aunque cada cual decide invertirlos de manera diferente suele darse la pauta
común que, aquellos que más “talentos” tienen suelen aprovecharlos para hacerlos
crecer, mientras los que menos tienen suelen mostrarse más precavidos, más
conservadores, y no suele ser infrecuente, que acaben incluso perdiendo lo poco
que tenían. Este efecto, aplicado en concreto al proceso de aprendizaje de la
lectura, se le denominó en psicología como Efecto
de san Mateo, que consistiría en la traslación a la práctica educativa del
consabido “dinero llama a dinero”.
Aquellos alumnos con facilidad para aprender y que
experimentan éxitos tempranos suelen convertirse en buenos estudiantes, buenos
negociantes según la parábola, que van doblando su capital inicial, mientras
que, aquellos que fruto de sus escasos talentos fracasan en la adquisición de
la lectura (sería aplicable a cualquier aprendizaje instrumental), suelen
iniciar una espiral descendente que les lleva a acumular decepciones en varias
parcelas. Llegado el momento de la evaluación, el regreso a casa del patrón,
los comentarios a pie de boletín se encargan de parafrasear la bíblica cita:
“Al que tiene…”
Es por ello que la Educación debe atender a este efecto e intentar
compensar su incidencia, ejercer una función correctora destinando, por
ejemplo, más recursos a aquellos que más lo necesitan. Y además, este “reparto
extra de talentos” debe producirse en edades tempranas, evitando así que el
miedo paralice a estos alumnos y les dé por “enterrar” su único talento con tal
de no perderlo. Facilitar y reforzar experiencias de éxito tempranas estimulará
a los alumnos menos talentosos a abandonar esta zona de inseguridad y los
animará a poner en juego sus escasos recursos para poder, como el resto de sus
compañeros, disfrutar del hecho de poner su talento a producir. Con ello estaremos
invirtiendo la inercia del pernicioso efecto Mateo y siendo más justos con los
alumnos y... sus talentos.
¡FELIZ REFLEXIÓN!